viernes, 30 de noviembre de 2018

El problema no es de la tecnología sino del modelo de negocio


Existen muchos avances científicos con posibilidades de convertirse en sistemas tecnológicos. Los gobiernos suelen abrir convocatorias para que universidades y centros de I+D presenten proyectos con perspectivas comerciales y a las que concurren una gran cantidad de propuestas. Estas propuestas suelen tener un nivel de calidad tecnológica notable y en muchos casos excelente. Los equipos están formados por científicos relevantes o tecnólogos capaces de desarrollar sistemas complejos, algunos de ellos, disruptivos.
Sin embargo, el enfoque comercial, si es que existe, puede ser racional pero no realista y suele quedar patente que los impulsores no son emprendedores sino científicos o tecnólogos que están más interesados en que el proyecto funcione tecnológicamente que comercialmente. Esto hace que los proyectos acaben, si es que acaban, en productos no comercializables, aunque en las propuestas aparezcan patentes que nadie explota o cartas de recomendación que no tienen en ningún caso carácter de compromiso comercial, aunque el producto acabe teniendo las prestaciones que prometen. Adicionalmente, en una buena parte de los proyectos el objetivo es conseguir dinero para continuar contratando aquel investigador que ha acabado su tesis doctoral y tiene que marchar porque se le ha acabado la beca o el contrato.
El problema fundamental es que no se entiende por parte de las instituciones, que no suelen hacer un seguimiento de la evolución de los proyectos, que el principal problema no es crear sistemas rompedores tecnológicamente, sino tener un modelo de negocio que funcione y que por eso hay que empezar diseñando un modelo de negocio y validarlo al mismo tiempo que se hace un desarrollo ágil del producto o del servicio. El problema no es de la tecnología sino del modelo de negocio.

jueves, 15 de noviembre de 2018

El Business Plan ya no es el Business Plan




Una de las tareas de los directivos de una empresa consiste en desarrollar, cada tres o cuatro años, un plan estratégico donde se describen los detalles de lo que hará la empresa en ese periodo y que resultados tiene que conseguir. Los contenidos de ese plan estratégico se basan en la experiencia del negocio en el periodo anterior.
Durante el siglo XX para crear una empresa se empezaba por escribir un plan estratégico de lo que haría la empresa que se tenía que crear, de la misma forma que se hacía para una empresa consolidada. Ese extenso documento que con todo lujo de detalles describía el futuro de la empresa que se iba a crear era el Plan de Negocio también conocido como Business Plan o Plan de Empresa.
Así pues, el Business Plan no es más que el plan estratégico de una empresa “no nata” y por tanto sin experiencia previa. Esto hace que la redacción del documento en cuestión se convierta en una construcción sin cimientos, es decir, un ejercicio de ficción. Este trabajo de elucubración ha sido el procedimiento estándar para crear empresas que, inexplicablemente, se ha ejecutado durante décadas.
Dadas las graves consecuencias de crear empresas con una guía detallada de un camino inexistente, en la primera década de este siglo, Steve Blank y otros seguidores suyos como Eric Ries o Alex Osterwalder, se dieron cuenta de la incongruencia del procedimiento y desarrollaron una nueva metodología conocida como Lean Startup para ponerle remedio. Lean Startup propone que el proceso de crear una nueva empresa es iterativo y experimental en un mecanismo de prueba-error que ha cambiado radicalmente la forma en que se lanzan nuevos proyectos emprendedores.
La pregunta ahora es: ¿Qué ha pasado con el Plan de Negocio?
El Plan de Negocio se ha convertido en el primer plan estratégico de una startup pero con menos detalles y basado en una experiencia, aunque corta, de los primeros pasos del proyecto emprendedor y en un modelo de negocio validado.
Aquel plan estratégico que no era más que una obra de literatura fantástica llamado Plan de Negocio y que se presentaba como hoja de ruta imaginaria de un proyecto emprendedor, hoy no tiene el menor sentido sino es que lo pide algún inversor de la vieja escuela. Todo cambia y el Business Plan ya no es el Business Plan.