domingo, 30 de junio de 2013

Una startup política

Tal como comentaba en el post anterior, los análisis de la situación actual de la democracia española ya están hechos y publicados. El último que mencionaba allí, era el libro de Cesar Molinas “¿Qué hacer con España?” que acabo de leer. Un libro interesante, con un buen armazón histórico e intelectual y con un diagnóstico atractivo, aunque me han faltado referencias (nunca pueden estar todas), como, por ejemplo, a Max Weber en la interpretación del capitalismo-protestantismo o a Tony Judt para entender la Europa de postguerra, donde se enmarca nuestro presente.
Sin embargo, el análisis, el diagnóstico y el tratamiento escrito en estudios como el de Molinas o en “Nada es Gratis” publicado por varios autores bajo el nombre de Jorge Juan y ligados a la fundación Fedea, no tienen conclusiones generales muy diferentes de las que hacemos muchos de nosotros con nuestros amigos en un bar y con un café entre las manos. Todos ellos, sin embargo, tienen algo en común: sirven de muy poco.
Como pasa en emprendimiento, las ideas no valen nada, todo el mundo tiene ideas. No eres un emprendedor porque tienes ideas, sino porque las ejecutas. Me parece interesante, aunque algo ingenuo, colgar un manifiesto en la Red para pedir que los políticos cambien la ley de partidos. Es necesario emprender, en el sentido más amplio del concepto empresa, y jugársela, y fracasar. El manifiesto parece que no pasará mucho más allá de los 25.000 firmantes. Sin embargo, si eso es así, no importa, esto no ha de impedir continuar. Emprender también significa aprender y se aprende mucho más de los fracasos que de los éxitos. Los análisis dicen que pasa, cual es la solución y como conseguirlo. Sin embargo, la solución al problema no es analizar el qué, ni el cómo, sino ejecutar el cambio: Facta non verba.
En emprendimiento, el siguiente paso tras poner las ideas encima de la mesa, discutirlas con allegados y contrastarlas con posibles usuarios y clientes, es crear un buen equipo para ejecutar el proyecto.
Pues bien, como la solución no se puede dejar en manos de los políticos, somos los ciudadanos los que hemos de actuar para solucionar estos problemas, utilizando los instrumentos que nos permite nuestra democracia. Esto pasa por crear un buen equipo, que en este caso ha de ser un partido político, con el objetivo de definir las reglas del juego político del futuro.
Quizás la idea debería pasar por resucitar a Montesquieu, creando un partido político no profesional y solamente legislativo, cuyo único objetivo sería cambiar esas leyes clave que todo el mundo estaría de acuerdo en cambiar. Leyes como la ley de partidos o la ley electoral. Un partido que se disolvería cuando dichas leyes hubiesen sido aprobadas por el parlamento.
El espíritu emprendedor significa la voluntad de aventurarse en empresas de riesgo que muchas veces acaban en fracaso. Por la ilusión de mejorar nuestra democracia, merece la pena actuar, aunque la aventura acabe en fracaso. Estoy convencido que muchos ciudadanos querrán participar de un sueño como este. Como decía Steve Jobs, vendamos sueños, no productos. Se trata de crear una startup que “venda” sueños democráticos, una startup política.

sábado, 15 de junio de 2013

Una revolución basada en los bits y no en los glóbulos rojos

Las revoluciones son cambios rápidos y substanciales respecto a un estatus presente y pueden ser sociales, políticas, científicas o culturales. En la mayoría de casos las revoluciones causan el rechazo de las concepciones más tradicionales y en las sociales y políticas pueden comportar violencia, en especial en los regímenes autoritarios. En las democracias estas revoluciones suelen ser cambios más o menos profundos, pero incruentos. Sin embargo, hay democracias de un alto nivel de calidad donde los cambios son fáciles y naturales (países nórdicos) y otros de baja calidad democrática donde los cambios son más difíciles como son los países del sur de Europa, en particular España.
La culpa de este bajo nivel democrático se atribuye a la clase política que es corrupta, pero en última instancia somos los ciudadanos quienes consentimos que esto suceda. Si nuestro grado de exigencia demandase más calidad democrática, el comportamiento de los partidos cambiaría, o los ciudadanos cambiarían de partidos.
Hace un par de semanas una serie de personas de prestigio intelectual, presentó un manifiesto que pretende buscar firmas de apoyo para llevar una iniciativa al parlamento para una nueva ley de partidos. Una de las personas que encabeza esta petición es César Molinas quien ya había publicado conocidos artículos en El País (ver aquí y aquí) que acaba de presentar un interesante libro titulado ¿Qué hacer con España?
El manifiesto apunta a la clase política como responsable última del secuestro de nuestra democracia y sus consecuencias. La iniciativa pretende conseguir 500.000 firmas para presentar una propuesta legislativa popular en el Parlamento. La idea parece un poco ingenua, ya que quienes finalmente tendrían que redactar y aprobar la nueva ley son aquellos a los que perjudica. Sin embargo, yo creo que son este tipo de ingenuos que emprenden iniciativas como estas, los que innovan y directa o indirectamente hacen que las cosas cambien, por eso yo he firmado el manifiesto.
Como ya propuse aquí hace más de un año y medio, la solución del problema no se puede dejar en manos de los políticos. Somos los ciudadanos los que debemos liderar el cambio que determine las reglas de juego donde se mueven los políticos. Para ello tenemos dos elementos clave: a) Vivimos en una democracia (aunque no sea de buena calidad) y b) Tenemos un instrumento poderoso inexistente en otro momento de la historia, como son las redes sociales que los “media” del poder no pueden hacer enmudecer (de momento).
Un cambio profundo y no cruento de nuestra democracia, es posible. Una revolución basada en los bits y no en los glóbulos rojos.