Las revoluciones son cambios rápidos y substanciales respecto a un estatus presente
y pueden ser sociales, políticas, científicas o culturales. En la mayoría de
casos las revoluciones causan el rechazo de las concepciones más tradicionales
y en las sociales y políticas pueden comportar violencia, en especial en los
regímenes autoritarios. En las democracias estas revoluciones suelen ser
cambios más o menos profundos, pero incruentos. Sin embargo, hay democracias de
un alto nivel de calidad donde los cambios son fáciles y naturales (países
nórdicos) y otros de baja calidad democrática donde los cambios son más
difíciles como son los países del sur de Europa, en particular España.
La culpa de este bajo nivel democrático se atribuye a la clase política que
es corrupta, pero en última instancia somos los ciudadanos quienes consentimos que
esto suceda. Si nuestro grado de exigencia demandase más calidad democrática, el
comportamiento de los partidos cambiaría, o los ciudadanos cambiarían de
partidos.
Hace un par de semanas una serie de personas de prestigio intelectual, presentó
un manifiesto que pretende buscar firmas de
apoyo para llevar una iniciativa al parlamento para una nueva ley de partidos. Una
de las personas que encabeza esta petición es César Molinas quien ya había
publicado conocidos artículos en El País (ver aquí y aquí) que acaba de presentar un interesante libro
titulado ¿Qué hacer con España?
El manifiesto apunta a la clase política como responsable última del
secuestro de nuestra democracia y sus consecuencias. La iniciativa pretende
conseguir 500.000 firmas para presentar una propuesta legislativa popular en el
Parlamento. La idea parece un poco ingenua, ya que quienes finalmente tendrían
que redactar y aprobar la nueva ley son aquellos a los que perjudica. Sin
embargo, yo creo que son este tipo de ingenuos que emprenden iniciativas como
estas, los que innovan y directa o indirectamente hacen que las cosas cambien,
por eso yo he firmado el manifiesto.
Como ya propuse aquí hace más de un año y
medio, la solución del problema no se puede dejar en manos de los políticos. Somos
los ciudadanos los que debemos liderar el cambio que determine las reglas de
juego donde se mueven los políticos. Para ello tenemos dos elementos clave: a) Vivimos
en una democracia (aunque no sea de buena calidad) y b) Tenemos un instrumento
poderoso inexistente en otro momento de la historia, como son las redes
sociales que los “media” del poder no pueden hacer enmudecer (de momento).
Un cambio profundo y no cruento de nuestra democracia, es posible. Una revolución
basada en los bits y no en los glóbulos rojos.