lunes, 30 de septiembre de 2019

Romper con el inmovilismo


El Nobel de Economía Paul Romer, ha estudiado los problemas que para el crecimiento económico supone lo que él llama el impuesto de la corrupción. Romer incluye en esta expresión, tanto la corrupción de las estructuras de una administración, como la ineficiencia de su burocracia.
El caso de la corrupción directa puede afectar a funcionarios y políticos en todos los niveles de la administración, desde el municipal al gobierno del propio estado. En el ámbito nacional, la corrupción permite que solamente las grandes empresas puedan acceder a favores a los que no pueden llegar las pequeñas que no tienen las influencias necesarias para con el poder. En cuanto a la ineficiencia el impuesto es también una forma de corrupción indirecta que obstaculiza que las pequeñas empresas puedan superar las trabas burocráticas de la administración por falta de recursos.
En las startups en el sentido lean (las que todavía no están constituidas como empresas), la ineficiencia administrativa crea barreras burocráticas que dificultan la consolidación de nuevos proyectos emprendedores que serían las empresas del mañana, barreras que se presentan en formatos como la burocracia inútil o los impuestos ilógicos.
España durante las últimas décadas ha padecido los dos aspectos de ese impuesto y aunque las cosas parecen mejorar en el primero, no lo hacen todavía en el segundo. El cambio no va a llegar a corto plazo por una decisión interna de modernización de la propia administración, sino que será una transformación obligada por soluciones alternativas externas. Las modernización digital de ciertas administraciones en países de la propia UE como Estonia donde es posible crear empresas on-line legales para cualquier país de la UE van a obligar a muchas administraciones europeas, y en particular a la española, a romper con el inmovilismo.

domingo, 15 de septiembre de 2019

Impulsando permanentemente nuevos proyectos


La mayoría de los emprendedores de éxito continúan trabajando a pesar de que sus ganancias les habrían permitido retirarse y vivir de rentas. Sin embargo, impulsan nuevos proyectos o los financian y tutorizan.
La pensadora alemana Hannah Arendt distingue en la vita activa tres tipos de actividades: la labor, el trabajo y la acción. Para Arendt, la acción está relacionada con la esfera pública y tiene su origen en la actividad política que hacían los ciudadanos en la Atenas clásica. Respecto a la labor y el trabajo, aunque hoy día los usamos como sinónimos, etimológicamente son diferentes. La labor significa la actividad para sobrevivir que no deja huella y el trabajo está ligado a la creación no perecedera. Arendt, que siempre hace referencia a la antigüedad, identifica al esclavo con la labor repetitiva y rutinaria que hace para el amo y el trabajo con la actividad más creativa del artesano.
En la actualidad las cosas han cambiado y aunque la mayoría de los humanos son laborantes (quizás podríamos decir en lenguaje coloquial “currantes”), continúan existiendo las dos facetas ligadas a la actividad humana, la labor que podría estar representada por el empleado que realiza tareas para su “amo”, como un esclavo a tiempo parcial y el creativo que trabaja en libertad para obtener resultados no efímeros, como ocurre con el artista o el emprendedor.
Cuando alguien emprende no labora, sino que trabaja/crea. La distinción queda clara cuando los empleados manifiestan sus ambiciones de adquirir la condición de “ciudadanos libres” al jubilarse lo antes posible. Sin embargo, los emprendedores, como otros muchos creativos, no ven esa necesidad y viven impulsando permanentemente nuevos proyectos.