
La pensadora alemana Hannah Arendt distingue en la vita activa tres tipos de actividades: la
labor, el trabajo y la acción. Para Arendt, la acción está relacionada con la
esfera pública y tiene su origen en la actividad política que hacían los
ciudadanos en la Atenas clásica. Respecto a la labor y el trabajo, aunque hoy
día los usamos como sinónimos, etimológicamente son diferentes. La labor significa
la actividad para sobrevivir que no deja huella y el trabajo está ligado a la
creación no perecedera. Arendt, que siempre hace referencia a la antigüedad, identifica
al esclavo con la labor repetitiva y rutinaria que hace para el amo y el
trabajo con la actividad más creativa del artesano.
En la actualidad las cosas han cambiado y aunque la mayoría de los
humanos son laborantes (quizás podríamos decir en lenguaje coloquial
“currantes”), continúan existiendo las dos facetas ligadas a la actividad
humana, la labor que podría estar representada por el empleado que realiza tareas
para su “amo”, como un esclavo a tiempo parcial y el creativo que trabaja en
libertad para obtener resultados no efímeros, como ocurre con el artista o el
emprendedor.
Cuando alguien emprende no labora, sino que trabaja/crea. La
distinción queda clara cuando los empleados manifiestan sus ambiciones de
adquirir la condición de “ciudadanos libres” al jubilarse lo antes posible. Sin
embargo, los emprendedores, como otros muchos creativos, no ven esa necesidad y
viven impulsando permanentemente nuevos proyectos.