El hábitat natural de un proyecto emprendedor es la incertidumbre.
En él aparecen permanentemente infinidad de interrogantes a los que hay que
responder de forma rápida y en muchos casos concluyente.
Por eso, cuando el proyecto es todavía una idea imprecisa, un
Business Plan donde se pretende predecir en detalle cómo se va a desarrollar el
proyecto, no sirve para nada ya que sus previsiones es lo más parecido a las
respuestas que podría dar un vidente basándose en la falacia de tener percepciones
extrasensoriales.
Tampoco sirve de mucho para resolver los problemas del día a día de
un proyecto emprendedor en sus fases iniciales, tener definido un Modelo de
Negocio que en realidad es solamente un conjunto de trazos generales que se van
modificando y plasmando de forma secuencial en diferentes versiones de un
lienzo (canvas) que reflejan la historia de los cambios en el modelo producto de
los errores y los aciertos de las suposiciones confirmadas o refutadas por la
experiencia.
Un proyecto emprendedor es como una fotografía desenfocada de la que
vamos intentando definir detalles a base de ir resolviendo interrogantes que
nos permitan interpretar lo que en realidad hay en la escena como, por ejemplo,
quienes son realmente nuestros clientes. Otras veces, el resultado de conseguir
una imagen suficientemente nítida nos lleva a darnos cuenta de que en aquella
soñada escena no está la solución que buscábamos lo que nos conduce a hacer
otra toma desde otro punto de vista.
Finalmente, si el problema sigue sin tener solución lo mejor es cambiar de paisaje. Solamente en último lugar, después de intentarlo todo, quizás hay que contemplar la opción de colgar definitivamente
la cámara y abandonar la fotografía.