La Unión Europea fue en su origen
un modelo de valores que, como decía Jean Monnet, debía pretender unir personas,
no estados.
“Nous ne coalisons pas des États,
nous unissons des hommes”
Para materializar aquellos ideales
eran necesarias estructuras de gobierno y gestión que, aunque muy mejorables, constituyen
una maquinaria que hoy día ya está en funcionamiento.
Sin embargo, aquel espíritu original
de unir a las personas es todavía una tarea pendiente. La consecuencia es que el
sentimiento de los ciudadanos por el proyecto europeo languidece, como bien puso
de manifiesto el presidente Macron en su memorable discurso en la Sorbona
de setiembre del 2017.
Los ciudadanos requieren líderes,
no solo estructuras administrativas. Por eso la Unión necesita una figura que
encarne y represente, con más poesía que prosa, los valores del espíritu europeo
original: una Presidencia Honoraria de la Unión Europea.
Si la política es el arte de
aprovechar los momentos, ahora se presenta uno. Tras las elecciones al
Bundestag el pasado 26 de setiembre, Angela Merkel ha abandonado la Cancillería
Federal desde donde ha dirigido su país e influido notablemente en la política europea
durante casi 16 años.
No hace falta glosar aquí la
personalidad de Angela Merkel y su compromiso europeísta, que hacen de ella una
magnifica candidata para encarnar por primera vez la figura de una Presidencia
de Honor de la Unión Europea.