China acaba de superar a Japón como segunda potencia económica mundial. Hace unos años el crecimiento de China se basaba en una mano de obra no especializada, muy barata que hacía atractiva la instalación de plantas industriales americanas, europeas o japonesas en suelo chino, deslocalizándolas de sus propios países.
Cuando tras la segunda guerra mundial Japón se llego a convertir en la segunda potencia económica mundial, se pudo asimilar el proceso en un entorno de crecimiento económico sostenido. La magnitud y la situación del caso japonés no es comparable al de China y aunque a largo plazo se pueden producir cambios sociales que afecten a su competitividad, la asimilación de China como gigante económico, será muy dura y difícil. Una digestión demasiado pesada para hacerla dormitando.
La reacción occidental fue plantear la construcción de la sociedad del conocimiento como respuesta. Sin embargo, China también ha apostado por el valor añadido y ha pasado de ser la sede de la mano de obra barata a formar una enorme cantidad de ingenieros y científicos en unas buenas universidades de las que varias de ellas ya figuran entre las 100 primeras del mundo. Adicionalmente, los chinos son disciplinados y trabajadores, tienen espíritu empresarial y una moneda artificialmente barata. Todo ello les permite exportar y ser competitivamente imbatibles.
Ortega en La rebelión de las masas decía que Europa reaccionaría cuando "... por ejemplo, la coleta de un chino asome por los Urales … ". Pues bien, los chinos ya han aparecido en forma de mercado, se han cortado la coleta de su tradición y empiezan a competir, no solamente en precios, sino también en tecnología.
En este marco general que está cambiando tan profunda y rápidamente, Europa sigue dormitando. La crisis ha provocado una importante recesión y el actual estancamiento es la consecuencia de su falta de empuje y competitividad, que está dando como resultado una disminución del poder europeo tanto político como económico en el escenario internacional y un progresivo riesgo de la pérdida del nivel de calidad de vida. El paro estructural ha aumentado significativamente, los salarios han ido perdiendo poder adquisitivo y los beneficios sociales, la gran bandera del modelo social europeo, están en peligro de sufrir un retroceso significativo.
Apostar por la sociedad del conocimiento y por la innovación, son condiciones necesarias, pero no suficientes. Europa no podrá competir sin espíritu emprendedor, sin asunción del riesgo, sin trabajar duramente. Si no se está dispuesto a competir (dos no compiten si uno no quiere) se puede pensar en cerrar los mercados a la competencia internacional. Peligrosa solución si nos atenemos a las consecuencias de esta experiencia en tiempos de la Gran Depresión.