Observando la respuesta de nuestra sociedad a la crisis, mi conclusión es que vivimos en una democracia todavía inmadura.
Los ciudadanos estamos protestando permanentemente de todo y de todos. En particular de los políticos y de los bancos y de las grandes empresas, además cuando queremos llevar a nuestras propuestas a la acción optamos por la ocupación de las plazas públicas o por la violencia contra los parlamentarios catalanes.
Todas las protestas contra los políticos, tanto de derechas como de izquierdas, durante los últimos dos o tres años ha llevado al poder en las últimas elecciones municipales y autonómicas, a uno de los dos partidos dominantes en el panorama español, relevando al que ya estaba. Es muy interesante que haya cambios, pero no siempre han de relevarse los mismo, hay otras opciones posibles.
Los ciudadanos deberían valorar mucho más la fuerza de su voto, porque solamente de esta forma los partidos políticos modificarán su comportamiento. Si nada les obliga a cambiar no lo harán y el movimiento 15M podría ser peligroso para ellos si tuviese la capacidad de cambiar la dirección del voto hacia otros partidos (o fuese revolucionario, que no lo parece). La competencia entre los partidos por nuestro voto debe hacer que nos demos cuenta de nuestro poder como ciudadanos.
Quiero poner un ejemplo del poder ciudadano, en este caso como consumidor de servicios de telefonía. En esté área la democratización ha tenido tres fases: a) En una primera fase, donde Telefónica ejerció durante muchos años una verdadera dictadura sobre el servicio telefónico de los ciudadanos y las empresas del país; b) en una segunda fase, con la entrada de los primeros operadores en el mercado, mejoró la situación al introducir competencia, aunque fue insuficiente ya que creó una casta que cambió la dictadura por una oligarquía que se repartían el mercado sin la consideración debida para el cliente. Fue una ocasión perdida para tratar bien a los clientes en vez de llegar a ser el sector que más quejas recibía de los ciudadanos y c) una tercera fase donde la entrada posterior de los operadores virtuales en el servicio de telefonía móvil, ha hecho que los operadores dominantes hayan tenido que cambiar el enfoque y bajar a la arena de la competición permanente por el cliente donde el poder del usuario se manifiesta con cambios de compañía masivos. Hemos adquirido una madurez que no teníamos al ejecutar nuestro poder como consumidores. Yo personalmente, he madurado como consumidor y mí compañía es una de las nuevas operadoras.
En nuestra democracia hace muchos años que pasamos nuestra primera fase y todavía estamos en la segunda de partidos oligárquicos. Si estos partidos evolucionasen hacia el objetivo centrado en el servicio al ciudadano y no hacia el partido, no necesariamente necesitaríamos una tercera fase para superar una democracia inmadura.