Ser rector de tu universidad es un honor que implica un servicio a la institución que te ha elegido como un reconocimiento de toda la Academia y que supone la culminación de una vida académica. Sin embargo, el sistema de gobierno de la universidad española, tiene unos problemas bien conocidos y a los que nadie ha querido poner solución. Tradicionalmente, el poder de un rector ha sido siempre muy limitado. Los rectores no nombran los directores de los departamentos, ni los decanos de las facultades. En la mayoría de los casos, ni tan siquiera puede actuar para frenar los desmanes de su personal (afortunadamente escasos), sobre todo si son funcionarios.
A todo esta des-governanza tradicional de la universidad, la crisis económica ha añadido unos importantes recortes en sus presupuestos que han generado una situación crítica en el ya inapropiado sistema de gobierno de las mismas. Como consecuencia, el cargo de rector se ha convertido en los últimos años en una figura de chivo expiatorio de todos los males de la universidad. Los recortes a los que la somete la administración provocan presiones y protestas de profesores y PAS y en algunos casos agresiones verbales de los estudiantes que convierte el cargo de rector en un empleo de alto riesgo. El mejor rector (a mi parecer) que ha tenido mi universidad (UAB) aparecía en carteles en las paredes junto a personajes como Franco o Hitler y tuvo que dejar de ir a la universidad en transporte público por que recibía insultos, hasta que finalmente tuvo que convocar elecciones anticipadas.
Es difícil en esta situación, asumir las responsabilidades de ser rector, sin poder, sin dinero y con una permanente situación de tensión en el campus. Los rectores no deberían jugar a este juego y verse obligados en algunos casos a representar papeles que en su día fueron reservados a los gobernadores civiles. Se debería devolver (mientras la situación persista) la responsabilidad de la gestión a la Administración, para que esta sea la que aplique directamente unas medidas que rechaza frontalmente toda la Academia y para que gestione unos presupuestos que llevan indefectiblemente a profundizar en el déficit.
Mientras la situación sea la que actualmente se vive en los campus, los rectores españoles, ya que no tienen los instrumentos adecuados para actuar, deberían quedarse con una figura de representación de la Academia. Una especie de rectorado constitucional donde el rector "rectora" pero no gobierna.