A pesar de la canícula estival, hay noticias escalofriantes, como son los últimos datos del paro publicados por el INE (24,6%). Uno de cada cinco personas activas no encuentra empleo. Sin embargo, las perspectivas de futuro pueden ser todavía peores si se observa la tendencia del paro juvenil cuya curva ascendente ha alcanzado en el segundo trimestre un 53,3%. El problema no parece que vaya a mejorar en el corto plazo y puede que tampoco en el medio, si no todo lo contrario. Las empresas continúan destruyendo empleo y las administraciones están consolidando el proceso de congelación de nuevas plazas y la destrucción de empleo cuando expiran los contratos temporales y las interinidades. La situación de liquidez es tan complicada que ciertas entidades públicas, como por ejemplo el CSIC, están dejando de pagar a sus suministradores para poder asegurar el pago de las nóminas. Esto implicará, de forma indirecta, consecuencias negativas en el empleo.
La pregunta que se hacen muchas personas, en particular los jóvenes, es que hacer ante esta situación. La respuesta más inmediata es emigrar, como la que se dio en los años 60 aunque en aquella ocasión las causas eran diferentes. Entonces se emigraba con maletas de cartón desde las zonas rurales empujados por la miseria. En la actualidad se emigra empujados por la falta de futuro y con la ventaja de no tener fronteras legales que nos impidan ir a otros países de Europa. Es una suerte ser europeos, aunque sea de segunda. La emigración ayuda a los que se quedan ya que los escasos puestos de trabajo existentes se han de repartir entre menos. Parafraseando el título de la película de Sydney Pollack, los que no pueden emigrar piensan: Marchad, marchad, malditos !!.
La pregunta que se hacen muchas personas, en particular los jóvenes, es que hacer ante esta situación. La respuesta más inmediata es emigrar, como la que se dio en los años 60 aunque en aquella ocasión las causas eran diferentes. Entonces se emigraba con maletas de cartón desde las zonas rurales empujados por la miseria. En la actualidad se emigra empujados por la falta de futuro y con la ventaja de no tener fronteras legales que nos impidan ir a otros países de Europa. Es una suerte ser europeos, aunque sea de segunda. La emigración ayuda a los que se quedan ya que los escasos puestos de trabajo existentes se han de repartir entre menos. Parafraseando el título de la película de Sydney Pollack, los que no pueden emigrar piensan: Marchad, marchad, malditos !!.
Otras respuestas a la situación tienen además consecuencias sociales positivas, como son las que dan los emprendedores. La creación de nuevas empresas proporciona soluciones personales para los emprendedores, pero también generan empleo y además afloran valores de responsabilidad, de asunción de riesgos, humildad, resiliencia, etc., tan necesarios para una sociedad como la nuestra, anestesiada durante años. En este caso la película es de Stephen Norrington como una adaptación al cine de los "comics" de Alan Moore y Kevin O'Neill que en castellano se tituló "La liga de los hombres extraordinarios".