En el número de The Economist de primeros de este mismo mes de agosto, aparece un artículo titulado "Les miserábles" (así, titulado en francés), donde se habla de que además de la crisis del euro, hay una crisis de ambición emprendedora. La gráfica presenta la evolución del número de nuevas empresas entre las 500 de FT Global. El panorama es desolador. De hecho en los últimos 30 años la única nueva empresa de la zona euro que ha entrado en ese club ha sido la española Inditex. En ese mismo periodo, California ha colocado 26.
Existen muchas más dificultades en este lado del Atlántico para crear nuevas empresas que en el otro lado. Las más importantes son sociales pero también administrativas. Adicionalmente, existen problemas administrativos importantes para cerrar las empresas que han hecho fallida y esta situación es muy frecuente en el mundo de las start-ups.
El problema fundamental es que las administraciones tratan a las nuevas empresas como si fuesen empresas clásicas y las cosas no son así. Como defiende la escuela de Stanford, una start-up no es una empresa sino que es un equipo de gente a la búsqueda de un modelo de negocio con un alto riesgo. Por eso no funcionan los clásicos planes de negocio, los cuales no suelen resistir las primeras reuniones con los clientes. La planificación se puede hacer cuando se conoce el espacio en que nos movemos, pero en una start-up casi todo es desconocido, solamente hay hipótesis que se han de validar.
Las administraciones deben asumir, cuando definen reglas y legislaciones para los emprendedores, que una start-up no es todavía una empresa.
Existen muchas más dificultades en este lado del Atlántico para crear nuevas empresas que en el otro lado. Las más importantes son sociales pero también administrativas. Adicionalmente, existen problemas administrativos importantes para cerrar las empresas que han hecho fallida y esta situación es muy frecuente en el mundo de las start-ups.
El problema fundamental es que las administraciones tratan a las nuevas empresas como si fuesen empresas clásicas y las cosas no son así. Como defiende la escuela de Stanford, una start-up no es una empresa sino que es un equipo de gente a la búsqueda de un modelo de negocio con un alto riesgo. Por eso no funcionan los clásicos planes de negocio, los cuales no suelen resistir las primeras reuniones con los clientes. La planificación se puede hacer cuando se conoce el espacio en que nos movemos, pero en una start-up casi todo es desconocido, solamente hay hipótesis que se han de validar.
Las administraciones deben asumir, cuando definen reglas y legislaciones para los emprendedores, que una start-up no es todavía una empresa.