Para
una startup, acertar en la manera de cómo conseguir los ingresos, es crítico.
Es el verdadero test de viabilidad para comprobar si los clientes están
dispuestos a pagar por los productos o servicios que ofrece. Sin embargo, no solamente
se ha de considerar el qué, si no también el cómo, es decir, la forma en que se
canalizan los ventas y los cobros.
Hay diversas
formas de encauzar el flujo de ingresos de una startup. Entre los diferentes
tipos existentes, podemos mencionar la venta de activos (compra de CD’S), la
suscripción (Spotify), el cobro por uso (una carrera de taxi), el alquiler/leasing (un piso/un coche),
licenciar (una patente), comisiones (transacciones bancarias), publicidad
clásica (periódicos, TV), publicidad internet (Google Adwords), etc. Otra decisión
a tomar, es como se gestionan los precios, si son precios fijados mediante una
lista única, o son dependientes del proceso de compra (Internet o presencial), o
del segmento de clientes (jóvenes o jubilados) o del volumen de compra
(descuentos en función de la cantidad). Además de fijados, los precios pueden
ser dinámicos, como en las subastas o en el regateo.
En las startups
sociales, los flujos de ingresos pueden ser diferentes, como ocurre en una ONG,
donde el “precio” (donación), lo escogen los “consumidores”, o los casos de
emprendimiento social, donde el valor añadido se debe a que los
productos/servicios están hechos/dados por personas, que de no ser por este
tipo de startups, tendrían un cierto grado de exclusión social.
La
startup política planteada ha de seguir el proceso emprendedor de una empresa
social. Es decir, que el objetivo es disminuir el grado de exclusión democrática
que estamos padeciendo los ciudadanos. Como pasa en este tipo de startups, el
objetivo no es ganar dinero, sino que sea sostenible. Adicionalmente la startup planteada nacería con una
característica diferencial notable: su temporalidad. Una vez conseguidos los objetivos o si estos
no se pueden alcanzar por falta de respaldo ciudadano, la startup se disolvería.
Así, la
forma de financiación inicial de la startup política sería mediante de
donaciones cuyo proceso se parecería a un proyecto de Crowdfunding. Sin embargo, las donaciones pueden llegar a devolverse
total o parcialmente a partir del dinero que el Estado abona a los partidos por
los votos y los escaños conseguidos. En las últimas elecciones generales, el Estado
pagó a los partidos 21.167 € por escaño elegido (Congreso y Senado) y 0,81 €
por cada voto obtenido para el Congreso y 0,32 € por cada voto obtenido para el
Senado.
No se
trata, pues, de crear un partido que compita por el poder y tenga como objetivo
alcanzarlo y mantenerse en él. La startup política planteada ha de intentar cambiar
las reglas de juego de los partidos, no convertirse en uno de ellos. La aparente
contradicción es, que para realizar este cambio, es necesario jugar con las
reglas actuales existentes, lo que implica crear un partido e ir con él a las
elecciones. Sin embargo, aunque no es el punto clave del proyecto, todo
funcionará mejor, si en un principio, existen unas razonables Revenue Streams.