Instaurar la cultura del emprendimiento, en una sociedad que no la tiene asumida,
no es fácil de conseguir. Los ciudadanos se han de convencer de la necesidad de
emprender para mantener el bienestar social y su propio bienestar personal.
Aunque la responsabilidad de resolver los problemas comunes ha de ser de
toda la sociedad, en muchos casos, como en el fomento de la cultura emprendedora,
la iniciativa ha de arrancar de la propia Administración, porque tiene los instrumentos
para hacerlo. Sin embargo, los políticos no han de pretender resolver todo el
problema y han de implicar a los ciudadanos en la responsabilidad de resolverlo.
La Administración ha de jugar un papel de impulsor, con un discurso claro de la
necesidad del emprendimiento, con sus propios programas y con los instrumentos
que tiene a su alcance, como son los medios públicos de comunicación y
fundamentalmente con la educación.
En Cataluña, que es un caso que conozco, hay numerosas iniciativas para
ayudar a impulsar y consolidar proyectos emprendedores. Esto está muy bien, los
emprendedores necesitan apoyos de todo tipo, público y privado. Sin embargo, lo
que en realidad hace falta, son muchos más proyectos emprendedores y para ello
es necesaria una cultura emprendedora generalizada.
Voy a mencionar dos posibles actuaciones públicas que pueden fomentar el
crecimiento de la cultura emprendedora: una es el fomento a través de las
televisiones públicas. Existen ya algunos programas para acelerar proyectos
emprendedores ya creados. Sin embargo, es necesario llegar a etapas previas
donde ya sabemos que no tendremos resultados a corto plazo.
Un ejemplo en la línea que menciono la escuche, no hace mucho, en el 1er.
Congreso de Emprendimiento de “Catalunya Emprèn. El Conseller de Industria, Felip
Puig, contó una anécdota interesante. En un programa infantil muy conocido de
la TVC, aparecía un personaje que hacía el papel de malo y que era empresario.
El Conseller sugirió a la dirección de la cadena de TV modificar el personaje i
parece que la TVC asintió. Es solamente una anécdota, pero es importante. Los
niños y niñas no quieren ser los malos del futuro.
En la misma línea, otras instituciones, no pertenecientes a la Administración,
como por ejemplo, las cámaras de comercio o las asociaciones empresariales han
de concienciar a sus afiliados a dar ejemplo y crear normas de buenas
prácticas, premiando a los afiliados que tienen un comportamiento ético y
separando a aquellos que no lo tienen. Los emprendedores tienen buena prensa,
pero no olvidemos que un emprendedor es un empresario en potencia y estos, en
nuestro país, no la tienen.
Una segunda actuación debe ser la educación en los primeros niveles escolares.
No se trata de tanto de formar a los niños, sino de educarlos en la
conveniencia de emprender y lo que esto significa. El problema es que los
educadores no están formados en emprendimiento, ni concienciados de esa
necesidad social. Aparte de reformar los planes educativos, la idea sería
formar a educadores sensibilizados con este tema, como ya ocurre con la ciencia,
donde hay instituciones que lo hacen de forma exitosa en colaboración con el
Departamento de Educación.
Concienciar a la sociedad en cualquier tema que tenga que ver con modificar sus valores, es una tarea donde tienen un papel primordial sus líderes y referentes, como intelectuales, deportistas, científicos, artistas, políticos y empresarios. La tareas es compleja y larga, pero concienciar a una sociedad para ser emprendedora, es potenciar su futuro.