Independientemente del número de asistentes que anuncie cada fuente, el 11S
ha sido un éxito de presencia y organización para los convocantes de la Via lliure. No hace falta más que ver
las imágenes de televisión para darse cuenta de cómo se vive en Cataluña el
camino hacia la independencia, tanto social, como democráticamente.
La siguiente cita del calendario será clave para el proceso soberanista.
Las elecciones del 27S pueden ser un acontecimiento histórico que determine el
futuro de Cataluña y de España. Sin embargo, los resultados que pronostican las
últimas encuestas son inciertos, la previsión es de una mayoría ajustada de
escaños a las propuestas independentistas, pero no así de votos, que estarían
claramente por debajo del 50%.
Para la hipotética declaración de independencia, el presidente Mas, entre
otros, propone contar escaños, ya que el Estado no ha permitido hacer un
referéndum para contar votos. Sin embargo, en mi opinión, si se hiciese una
declaración unilateral de independencia (DUI) con una minoría de votos, sería
un grave error. La honestidad democrática, que siempre ha sido un valor
fundamental de las tesis soberanistas del derecho a decidir, no puede vulnerarse
y tomar una decisión tan transcendental sin el apoyo de la mayoría de los
ciudadanos. Si la decisión fuese dirigida al gobierno del PP, como respuesta a
su bajo nivel democrático, sería comprensible, pero la respuesta va dirigida a
los ciudadanos de Cataluña y esta sería una decisión éticamente poco
democrática, en contra de las propias tesis iniciales de Artur Mas. Si no hay
mayoría de votos aunque la haya de escaños, se debe renunciar a la DUI por
falta de suficientes ciudadanos para apoyarla. Se puede perder una gran ocasión,
pero no la dignidad y el prestigio internacional de una Cataluña democrática
como ha quedado patente durante todo el proceso. Por otro lado, una decisión de
este tipo daría pie a una respuesta contundente del gobierno central y sobre
todo al rechazo internacional tan necesario para el éxito del proceso.
En un estado plenamente democrático se tendría que haber podido realizar
ese referéndum de manera legal y si la Constitución no lo permite, habría que
cambiarla. Los ejemplos de Quebec, Escocia o Flandes, aunque diferentes entre
sí, marcan el camino a seguir. Sin embargo, la tradicional falta de tolerancia
y flexibilidad del gobierno del PP ha propiciado durante toda su legislatura (e
incluso cuando estaba en la oposición) el crecimiento permanente del número de
independentistas en Cataluña hasta llegar a la situación actual.
Si por el contrario, el número de escaños además del de votos llegasen a
ser minoría en el Parlament, estoy
convencido que el gobierno central lo anunciará en los medios a bombo y
platillo, como una victoria propia, aunque sea pírrica, cuando lo que se tendría
que hacer, sería aprovechar la ocasión para evitar que las próximas elecciones autonómicas
en Cataluña tengan de nuevo carácter plebiscitario. El gobierno central que
salga de los comicios de diciembre, debería, si finalmente se produce la
ocasión el 27S, tomarla como una oportunidad para la reflexión y el cambio de
actitud.