En las dos entradas anteriores hablaba de dos analogías con
la independencia de Cataluña: el futbol y el divorcio.
En esos escenarios, cuando las emociones se radicalizan, se
pueden convertir en pasiones que salen de las propias entrañas e incluso de
zonas más bajas del cuerpo y del alma humana. A partir de aquí, la violencia
empieza a tener probabilidades de hacer su aparición.
En estos momentos de tranquilidad veraniega, no parece que
la radicalización pueda llevar a situaciones tan extremas que puedan desembocar
en violencia y menos que esta sea generalizada. Sin embargo, no sería prudente
excluir este escenario como totalmente descartable.
De momento la refriega entre dirigentes está pasando por
unos canales de confrontación política y parece que ninguna de las dos partes
quiere ir más allá.
Sin embargo, una parte habla de que ante una mayoría
absoluta suficiente en las próximas elecciones se formularía una declaración
unilateral de independencia.
En ese caso, la otra parte amenaza con la aplicación del
artículo 155 de la Constitución que contempla los mecanismos excepcionales que
tiene el Estado para el cumplimiento forzoso de las leyes i que podría llevar a
la posible suspensión de la autonomía. Nadie, ni yo mismo aquí, quiere hablar de ruido de sables, pero el artículo 8.1 de la Constitución deja claro que las Fuerzas Armadas tienen como misión defender la integridad territorial de España.
La pregunta es: ¿Y después qué?
Experiencias en otros lugares, como los Balcanes, tampoco
hacían pensar unos meses antes de que pudiesen desembocar en una guerra civil,
y aunque es cierto que la situación no es la misma por muchas razones (raza,
religión, historia, pertenencia a la UE, consolidación democrática, etc.),
tampoco hay que olvidar que uno de los detonantes de la guerra fue la abolición
de la autonomía de Kosovo por parte de la Serbia de Milosevic.
Grandes conflictos empiezan con una chispa que nadie cree
que pueda tomar cuerpo y acaban en grandes incendios. El anuncio de lo que
convertiría después en la primera guerra
mundial se tomó como una fiesta en Viena tras el atentado de Sarajevo. Nadie
supo prever sus consecuencias.
Yo también creo improbable que el incendio se produzca.
Sin embargo, sería prudente tener los extintores preparados.