Los autores y expertos en emprendimiento, hablan normalmente de que el
proceso emprendedor implica cubrir una serie de etapas, fases o peldaños, cuyo
orden debe respetarse.
Originalmente, la creación de una empresa pasaba por descubrir lo que se
suponía que era una oportunidad, hacer un detallado Plan de Negocio,
centrándose en la idea como núcleo y entonces lanzarse a poner en marcha el
negocio yendo al notario para constituirla. Una vez creada la empresa, se
descubría, frecuentemente, que se había gastado una gran cantidad de esfuerzo,
tiempo y dinero para crear un producto o servicio que nadie quería y se tenía
que escoger un camino alternativo sobre la marcha que en muchos casos significaba
la muerte de la empresa.
Hace menos de una década se produce un cambio disruptivo y toma fuerza un
nuevo enfoque que analiza el posible futuro negocio, basándose en el cliente
como elemento central y no en la idea. Si la hipótesis de que la idea es atractiva
para el cliente se confirma y da lugar a un buen Modelo de Negocio, el proyecto
puede dar el paso para convertirse en una empresa y no antes.
Un grupo de emprendedores (a veces uno solo) que analiza una hipótesis
antes de lanzarse a la piscina, es lo conocemos como una startup, que no es una
empresa en pequeño, ni tan siquiera una organización, ya que la mayoría de las
veces están desestructuradas y desorganizadas. Una startup es un experimento a
la búsqueda de un Modelo de Negocio que funcione de forma sostenible y si es
posible escalable. Así, el proceso de un proyecto emprendedor tiene ahora dos fases:
1) Encontrar un Modelo de Negocio viable interactuando con los potenciales
clientes y 2) Montar la empresa y hacerla crecer
El primero en introducir este concepto hace una década fue Steve Blank en
su libro The
Four Steps to the Epifany, rompiendo con la tradición de que para crear
una empresa había que encerrarse en un despacho a desarrollar un documento de
40 páginas y con esta hoja de ruta montar y gestionar la empresa.
La propuesta de Steve Blank de que un Plan de Negocio no servía para nada,
creó escuela (yo la he llamado la Escuela de Stanford) y ha sido perfeccionada
y detallada por personas como Eric Ries con la metodología desarrollada en su
libro The
Lean Startup, o Alex Osterwalder e Yves Pigneur con sus lenguajes para
describir el Modelo de Negocio en sus libros The
Business Model Canvas y Value
Proposition Design. Otro autor relevante que introduce puntos de vista
adicionales es Ash Maurya que en su libro Running
Lean y recientemente Scaling
Lean aporta interesantes ideas para mejorar la metodología de la
creación y el crecimiento de los proyectos emprendedores.
Otros autores, han desglosado el proceso en más fases para proponer una
hoja de ruta detallada a seguir por los fundadores. Es el caso de Bill Aulet
que plantea un proceso de 24 pasos en su libro Disciplined
Entrepreneurship y más recientemente Howard Love que presenta un
proceso de 6 fases en su libro The
start-up J curve.
Aunque todos los expertos plantean el proceso creativo
como un itinerario estructurado en fases, escalones o pasos correlativos y bien
definidos, esto no son más que consejos generales, ya que el empinado camino
que hay que recorrer para conseguir que una startup llegue a ser una empresa sostenible,
rentable y si es posible escalable, es un proceso no estándar donde cada emprendedor
tiene que subir por su particular escalera.