Los artistas y creadores,
normalmente, se entregan a la creación y dejan la explotación de sus obras en
manos de otros tales como editoriales, discográficas o galerías. Sin embargo, hay
artistas que hacen diferentes funciones y además de crear la obra de arte
también la explotan como pasa con un escritor-editor, un compositor-interprete
o un pintor-marchante.
De la misma forma, podemos considerar que hay
dos tipos de emprendedores, el creador propiamente dicho, conocido como emprendedor
en serie, que una vez creada la empresa deja su ejecución en manos de otros
para lanzar otra nueva y el proto-empresario que impulsa el proyecto
emprendedor y lidera la empresa resultante.
Hay una diferencia importante
entre el artista creador clásico y el emprendedor, por ejemplo, mientras que de
un novelista se supone que una vez escrita una obra la entregue a un editor
para que la comercialice, del emprendedor se presume que ha de explotar su
propia empresa. La diferencia es que un artista puede adquirir prestigio y
dinero con solo su labor creativa, sin embargo el emprendedor no adquiere fama
y fortuna sino hace también de gestor de su propia obra. Todos los
emprendedores de éxito conocidos pertenecen al segundo grupo.
Los emprendedores en serie
frecuentemente aportan valor a través de la venta de su startup a otras grandes
empresas en un proceso de innovación abierta que les proporcionan a estas,
crecimiento inorgánico. Los casos más conocidos son las de los grandes gigantes
norteamericanos que compran decenas de startups cada año. Entre las ventas más
conocidas podemos mencionar, por ejemplo, Picasa o Nest Labs compradas por
Google, Skype o Linkedin compradas por Microsoft, WhatsApp o Instagram
compradas por Facebook y Siri o Shazam compradas por Apple.
Sea de forma directa o de forma indirecta,
el emprendimiento siempre contribuye con propuestas de valor para la sociedad a
través de cualquiera de los dos tipos de emprendedores.