Durante mucho tiempo la puesta en
marcha de un proyecto empresarial se identificó con la gestión de una empresa
consolidada, como si fuese una versión en pequeño de esta última. Por eso, la
formación considerada ideal para lanzar un proyecto empresarial era la de un
directivo, por ejemplo, la de un MBA de una escuela de negocios.
Esta creencia ha constituido un
error durante mucho tiempo, identificando al emprendedor con el empresario, de
la misma forma que los economistas clásicos como Smith, Ricardo o el propio
Marx, identificaban al empresario con el capitalista.
Desterrar el error ha costado mucho tiempo y
fue en la primera década de este mismo siglo cuando Steve Blank planteó la diferencia
entre impulsar un proyecto emprendedor y gestionar una empresa. En el primer
caso se trata de buscar un Modelo de
Negocio que funcione y en el segundo ejecutar
un Plan de Empresa.
Las consecuencias de este cambio
de paradigma han sido importantes. El proyecto emprendedor ya no se identifica
con una mini-empresa sino con una proto-empresa a la que se denomina startup.
De la misma forma, un emprendedor ya no es un mini-empresario sino que en
muchos casos es un proto-empresario.
Sin embargo, hay emprendedores
que no quieren ser empresarios y gestionar la empresa una vez creada, sino que
ceden la gestión o venden su participación en ella, para empezar una nueva
aventura emprendedora. Se trata de los emprendedores puros, los que se conocen
como emprendedores en serie. Su perfil se identifica más con un creador que con
un gestor, de la misma forma que un escritor no tiene el mismo perfil de un
editor o un pintor el de un marchante. Esta es la razón por la que la formación
de un emprendedor es totalmente distinta de la de un directivo, y quizás por
eso, las escuelas de negocio clásicas que tienen prestigio formando ejecutivos,
no tienen un gran éxito formando emprendedores.
Dado que en un principio una startup no requiere
aspectos complejos de gestión, la falta de esta formación inicial no es clave
para lograr el éxito. En realidad, gestionar una startup en sus inicios
requiere solamente una serie de reglas básicas y un conjunto de técnicas no
complejas. Por eso, al principio, una gran parte de startups de éxito nacen en
entornos tecnológicos, donde lo importante es la propuesta de valor para los
clientes y no los conocimientos de gestión del equipo de fundadores. Si
finalmente la startup se convierte en una empresa y los emprendedores en
empresarios, la formación en gestión ya la habrán ido adquiriendo por el camino
sin tener que ir a ninguna escuela de negocios para estudiar el método del caso,
de unos casos pretéritos, externos y ajenos. En cambio, crear una startup es
vivir un MBA en carne propia.