En emprendimiento es frecuente
oír que las ideas de negocio no valen nada y que lo importante es su ejecución.
Por eso se mantiene que es mejor un buen equipo con una idea mediocre que una
buena idea con un equipo mediocre. Sin embargo, si no hay una buena idea detrás
de una ejecución es difícil crear un negocio brillante por muy bueno que sea el
equipo que la ejecute. En realidad, necesitamos las dos componentes para tener
éxito, porque separadamente cada una de ellas es condición necesaria pero no
suficiente. Es decir que el éxito se obtiene si las partes no solamente se
suman, sino que se multiplican de forma que una idea diez con un equipo cero da
un resultado nulo y viceversa.
Un problema importante es que
quien tiene buenas ideas como creador, frecuentemente no tiene la voluntad o la
capacidad para ejecutarlas. Esto hace que el creador guarda su idea en un cajón
por si acaso algún día los idus de marzo le son propicios. De esta forma muchas
ideas de negocio brillantes permanecen archivadas durmiendo el sueño de los
justos y como consecuencia, como el perro del hortelano, ni el creador las explota,
ni deja que otros lo hagan.
La gran pregunta es cómo se
podrían liberar estas ideas de negocio de forma que sus creadores tuviesen incentivos
suficientes para que otros las explotasen.
En un mundo cada día más pequeño
debería ser posible que una persona de, por ejemplo, la India que tenga una
gran idea y que no puede o quiere impulsar en su país, pueda ponerla a
disposición de otra persona en cualquier otro lugar del mundo si está
interesada en ella y que esto suponga unos retornos para su creador. Este intercambio
de ideas haría un mundo más creativo y más justo socialmente dando
oportunidades a muchos que hoy día no las tienen.
Es evidente que para sacar
las ideas de los cajones se debería encontrar un método para poner precio a su
transferencia, porque lo hay que desterrar es el concepto de que en un proyecto
emprendedor no es importante el valor de las ideas.