El enfoque
clásico de la creación de empresas era centrarse
en la idea y el desarrollo teórico de la misma. La idea era lo fundamental y
para que tuviese éxito se tenía que pensar en ella desde el principio y en todos sus
detalles. Es un punto de partida que supone que todo conocimiento
se adquiere a partir de la razón como aparece en filosofía en el siglo XVII con
Descartes y continúa desarrollándose con pensadores como Spinoza o Leibniz.
El enfoque
actual del emprendimiento está centrado en los clientes, porque no
hay empresa si no hay clientes, y para tener éxito se ha de experimentar haciendo hipótesis y diseñando experimentos para confirmarlas o descartarlas en función de los
resultados de las interacciones con ellos. En filosofía estaríamos hablando del
empirismo, la corriente que en el siglo XVII con Locke y ya en el XVIII con Hume, mantiene que el
conocimiento procede de la experiencia y donde no hay verdades absolutas, sino
que hay propuestas que se han de poner a prueba.
En la
actualidad el emprendimiento tiene en cuenta las ideas, pero estas se han de
validar. Si en el siglo XX el emprendimiento era teórico, en este siglo el emprendimiento es experimental, es decir, que el emprendimiento ha pasado del
racionalismo al empirismo.