Churchill decía que “El éxito es sobreponerse al fracaso con el
entusiasmo intacto”. El emprendimiento es exactamente eso, tener la capacidad
de sobreponerse con el entusiasmo intacto a los errores y fracasos.
Cuando se impulsa una idea emprendedora, se tienen conceptos
iniciales fundamentales que se conservan durante todo el camino, pero en los
detalles e incluso en algunos aspectos importantes es necesario ser flexible para
aceptar los errores que vamos a cometer durante el viaje y levantar el ánimo
enseguida.
La experiencia y la prueba-error están íntimamente ligadas al
proceso emprendedor. Sin embargo, esos errores o fracasos intermedios los
tenemos que tomar como lecciones que no nos han de hacer perder el entusiasmo por
conseguir el resultado final.
En emprendimiento hay que combinar la voluntad firme de alcanzar la
meta propuesta con la flexibilidad de adaptarse a las circunstancias. No se
pueden tener ideas rígidas e inamovibles. Un emprendedor tiene un objetivo
estratégico en el horizonte hacia el que se dirige, sin embargo, en el camino ha
de tener la capacidad de sortear, más que destruir, los obstáculos que irán
surgiendo.
Cuando un explorador se encuentra ante un barranco quizás lo más conveniente
no es tomar la decisión de atravesarlo directamente donde se puede producir un
accidente irreversible, si no buscar una solución para rodearlo ya conseguir
superarlo.
Los emprendedores, como los exploradores, no son suicidas, aunque
a veces ambos tienen que tomar decisiones arriesgadas. Su comportamiento ante
un problema consiste en tomar la mejor solución de compromiso que optimice la
respuesta minimizando el riesgo y maximizando las probabilidades de acierto. Pero
en ningún caso hay que hundirse por no superar el escollo a la primera.
Un emprendedor tiene que tomar de forma permanente decisiones
nuevas para él. Ante un problema que debe resolver de forma inmediata donde en
muchas ocasiones no puede disponer del tiempo necesario para analizarlo
detenidamente y dar la respuesta óptima. Por tanto, si debe responder rápidamente
al reto, en el mejor de los casos la decisión que tomará será una de las menos malas
y en el peor será un error más o menos grave. Sin embargo, no hay que perder la
ilusión, perder alguna batalla no es final, lo que importa es ganar la guerra.
El emprendimiento es una actividad cuyo espacio natural es la
incertidumbre y como consecuencia se cometen muchos fallos. Por eso, según los
resultados de los experimentos realizados en el camino, hay
que aprender de los errores, adaptarse permanentemente y sobre todo, mantener
el entusiasmo intacto.