La pandemia del Covid-19 ha estado considerada por algunos líderes políticos como una guerra mundial por sus importantes consecuencias sociales y económicas. En el ámbito del emprendimiento sus efectos colaterales también han sido notables.
Según el reciente informe State
Of European Tech casi todos los hubs europeos, excepto
Estocolmo y París (este último por las aportaciones públicas), han tenido un
descenso en las inversiones realizadas respecto al año anterior. En España el descenso
ha sido considerable, en Barcelona, que es el único hub que está en la
lista de los 20 primeros (Madrid no aparece este año), la inversión ha caído de
los 645 millones de dólares en 2019 a los 277 de este año. En cuanto al número
de operaciones Barcelona ha bajado de 113 a 104 y Madrid (que en esta métrica
si aparece) de 92 a 71 operaciones.
Más aún, si no consideramos exclusivamente los datos de la financiación
de startups escalables, aunque sean las más llamativas, la incidencia de la
pandemia en el emprendimiento ha sido grave para todo un entramado de pequeñas startups
que han tenido que “echar la persiana”, así como para muchos emprendedores autónomos
que no han podido aguantar las embestidas del coronavirus.
Sin embargo, a toda economía de guerra le sigue una de postguerra.
Y de la misma forma que tras la segunda guerra mundial Europa recobró de forma
acelerada sus niveles de producción (aunque no tan pronto los de bienestar
social), cuando se firme el armisticio con el virus es de esperar que se
produzca una rápida recuperación de la economía donde tendrá mucho que ver el
espíritu emprendedor, más si se puede disponer de un “Plan Marshall” como el
del Fondo de Recuperación Europeo.
Respecto a cómo serán los cambios en los procesos de emprendimiento,
la interacción personal presencial seguirá teniendo, como ha tenido siempre,
una gran importancia para la ideación, la formación del equipo, la mentoría,
los foros, las ferias, la formación, la financiación o la estancia en espacios compartidos
como incubadoras y aceleradoras. Es decir, en casi todos los componentes del
ecosistema. Sin embargo, la pandemia ha introducido una “economía de guerra” que
ha incidido drásticamente sobre los contactos presenciales sustituyéndolos total
o parcialmente por el teletrabajo y los eventos virtuales realizados a través
de plataformas como Zoom, Teams
o Meet.
Aunque en muchos casos la presencialidad en emprendimiento es irreemplazable,
el Covid-19 ha mostrado un aspecto positivo con el incremento sustancial del
trabajo remoto, dado que muchos procesos han intensificado la utilización de plataformas
como, por ejemplo, Google Drive, Ekiter, Slack o Trello,
permitiendo introducir un importante factor de eficiencia en el desarrollo y
gestión de los proyectos emprendedores.
Adicionalmente, la consolidación de los procesos telemáticos ha puesto
de manifiesto que la no presencialidad puede permitir impulsar nuevos modelos
de negocio que conduzcan a transformaciones radicales. Así ha sucedido en
sectores tradicionales tales como el editorial, el discográfico o el cine.
Aunque parece
que todavía tenemos para unos cuantos meses hasta conseguir la inmunidad de
rebaño (curioso nombre), si mañana surgiese una solución “milagrosa” que nos
permitiese volver de inmediato a la normalidad de antes de la “guerra”, diversas
acciones de emprendimiento que ya se están realizando actualmente de forma no
presencial, se consolidarían. Sin embargo, otras muchos procesos se seguirán
haciendo como se han hecho siempre, incluidos, desafortunadamente, los
burocráticos exigidos por unas administraciones miopes. En resumen, aunque
sería muy conveniente en muchos aspectos, no me parece que a corto plazo se
vaya a producir una transformación radical en la forma de emprender después de
la pandemia.