Últimamente es frecuente oír que
el emprendimiento está creciendo de una forma exuberante, que todo el mundo habla
de emprendedores, de concursos de startups, de programas de TV, de
aceleradoras, de Business Angels, de que
hay emprendedores hasta en la sopa. En fin, que hay una burbuja del emprendimiento.
Para que se produzca una burbuja especuladora
en cualquier ámbito, tienen que darse una serie de fases que siguen un patrón similar:
a) Las valoraciones/precios suben
injustificadamente (fase de substitución).
b)
El aumento de las valoraciones/precios se hace
de forma especulativa para vender a otros compradores a precios cada vez menos
razonables (fase de despegue).
c)
El aumento de los precios es máximo y se iguala
la oferta y la demanda (fase álgida).
d) La situación se inestabiliza y los compradores
son bastantes menos que los vendedores y además aquellos disminuyen rápidamente (empieza la
fase crítica).
e) El escenario se radicaliza y se entra en pánico
(estalla la burbuja).
A todo esto, se suman una serie
de circunstancias, como son: la abundancia de crédito, la falta de un control
del riesgo asumible y en el caso de una burbuja sistémica, unas instituciones
poco robustas, cuando no cómplices, que acaban permitiendo/facilitando que la
corrupción se generalice.
No creo que nadie pueda insinuar que en emprendimiento y en este país, estamos en alguna de las fases
de la burbuja. Es más, me atrevo a decir que estamos lejos, quizás demasiado
lejos, hasta de la primera fase.
En la actualidad nadie especula
con las startups, ni hay dinero ni crédito para ellas, y las inversiones son
escasas, porque no hay inversores y los pocos que hay, son demasiado
conservadores y tienen una aversión casi patológica al riesgo.
Por otro lado, desde lo público,
las dificultades que se ponen a los emprendedores para crear una empresa, son en muchos casos disuasorias. Por ejemplo, la obligatoriedad de hacerse autónomo, aun cuando no
se tengan ingresos.
La vitalidad del país para crear
empresas, y en particular startups escalables es muy baja. Por poner un
ejemplo, en Cataluña que pasa por ser una comunidad emprendedora, y que en
población y en resultados científicos se puede comparar a Israel, el número de
startups tecnológicas creadas anualmente es veinte veces menos. Los científicos
deberían darse cuenta de que una situación así, la propia sociedad no la consentirá
indefinidamente.
En definitiva, hoy día nadie está
especulando con las pocas startups que tenemos, antes
bien al revés, lo que hace falta es un poco más de alegría en la aventura emprendedora
y algo menos de aversión al riesgo por parte de los inversores y también de los
emprendedores ya que en realidad estamos muy lejos de una burbuja del
emprendimiento.