Internet está cambiando muchas
cosas y podría haber cambiado muchas más si la sociedad se adaptase al ritmo
que avanza la tecnología. Las TIC están cuestionando modelos de negocio
conocidos desde hace siglos, como por ejemplo, el mundo editorial. La
participación de intermediarios (editor, impresor, distribuidor o librero) que eran
clave en el sector del libro, cada día aportan menos valor al proceso, debido a
las tecnologías de la información y las comunicaciones.
El primer aldabonazo de aviso, fue
la venta de libros por Internet de Amazon, que supuso un cambio radical en el
proceso de distribución. Sin embargo, la revolución aparece con el libro
electrónico y los dispositivos de lectura como los eReader o las tabletas. Como consecuencia, todos los eslabones de
la cadena empiezan a resentirse y el efecto más visible, el cierre de
librerías. El proceso puede alcanzar al editor, al ser sustituido por un
sistema de recomendaciones basado en las redes sociales. Quienes no pueden
faltar son los creadores. Creadores y lectores conectados directamente a través
de internet.
Todo lo anterior, es extrapolable
a otros modelos de la difusión de la cultura, como son la música o el cine.
Todos ellos tienen en común la posibilidad de que los intermediarios sean cada
vez menos necesarios. Quienes no pueden faltar son los creadores. Creadores y espectadores
o aficionados, conectados directamente o casi (Spotify, Netflix) a través de
internet.
Este paradigma se puede alcanzar
a las universidades en su misión de comunicar el conocimiento a los estudiantes.
Los sistemas universitarios presenciales son caros y tecnológicamente son
candidatos a la introducción de las TIC de forma masiva. El problema para su
incorporación, como en el caso de la cultura, no es la tecnología, sino la
inercia social.
Es verdad que a muchos nos gusta la
sensación de un libro en papel y mantenerlo en nuestras manos mientras lo
leemos. Es verdad que es mucho más humana, la conexión entre profesor y alumno en
una clase presencial. Sin embargo, las clases magistrales, se pueden preparar
mucho mejor si se hace con buenos medios para un gran número de estudiantes por
el mejor comunicador de entre los profesores. La presencialidad, como ocurre
con el teatro o los conciertos, no desaparecerá, pero pasará a un segundo plano
en la transmisión masiva de conocimiento.
En el caso de las universidades el
cambio se empieza a vislumbrar a través de las plataformas MOOC, donde además
de clases magistrales masivas en vídeo, existen pruebas de autoevaluación y se utilizan
técnicas de redes sociales para que los estudiantes puedan interconectarse. De
nuevo, quienes no pueden faltar son los creadores del conocimiento y de los procesos para
transmitirlo. Creadores y estudiantes conectados directamente a través de
internet.
Está claro que un cambio radical
no será viable por cuestiones de inercia social. Sin embargo, si un país
tuviese que diseñar “Ex novo” un sistema universitario no se debería mirar en el
espejo de los sistemas existentes, si no crear un modelo de universidad para el
siglo XXI.