El problema de muchas empresas
durante la crisis ha sido no poder mantener el pago de la nómina de una plantilla
demasiado grande para una demanda contraída y tampoco poder reducirla debido al coste de las indemnizaciones. El resultado es que
muchas empresas han acabado cerrando y toda su plantilla (no solo parte) ha
tenido que ir al paro, cuando quizás la empresa se podría haberse salvado, si
habría podido adaptarse a la situación, creando de nuevo empleo, cuando
las condiciones del entorno mejorasen. Sin embargo, la planta se ha secado y ya
no podrá revivir cuando pase la sequía.
Los salarios y el empleo son dos
vasos comunicantes conectados a través de un tubo con un grifo que
limita el flujo para llegar al equilibrio.
Dado que el grifo está parcialmente cerrado por las reglas que establece
la legislación laboral, el equilibrio se va alcanzando lentamente. Esto tiene
consecuencias positivas para las personas con puestos fijos, pero no las tiene
para los temporales o los desempleados. El sistema ha creado dos clases de ciudadanos trabajadores: los afortunados fijos (no digamos si son funcionarios) y el resto.
Las empresas que están aguantando
la crisis buscan soluciones para no tener problemas con la adaptación flexible de
sus plantillas y esto lo hacen a través de fórmulas como las
contrataciones temporales o la contratación de falsos autónomos. Según
Infojobs desde el 2008 se han multiplicado por 10 las vacantes para autónomos
en sus ofertas de empleo, muchos
de ellos facturan a una única empresa. Los empleos temporales y los
falsos autónomos, son formas de ocultar una problema que necesita soluciones
reales.
En el fondo, estos comportamientos de avestruz, se deben a que la sociedad no quiere dejar claros los roles de
quien debe crear empleo y quien debe proteger a los ciudadanos. Las empresas
han de tener flexibilidad para poder adaptarse a un mercado cada día más competitivo
y el estado ha de proteger a la sociedad que para eso paga sus impuestos (las empresas también son parte de la sociedad y por tanto han de pagar sus correspondientes impuestos). ¿Si
han de ser las empresas las que han de proteger a los ciudadanos, para que
queremos el estado?.
Estructuras más flexibles harían que las empresas, sobre todo pymes y nuevas startups, que no pueden
comprometerse con fórmulas rígidas de contratación, serían más activas y crearían puestos de trabajo. Aunque no nos guste, una sociedad que no puede cambiar los mercados, ha de aceptar sus dinámicas si no quiere tener menos
competitividad y más pobreza.