Las sociedades del futuro, sobre
todo aquellas que están asentadas en territorios sin recursos naturales
abundantes, como el nuestro, han de estar basadas en un capital humano cuyos
pilares no solo sean el saber y el saber hacer, sino también el emprendimiento.
Para disponer de ese necesario capital
humano hay que invertir en educación y la cosecha no se recoge de forma
inmediata. Como dice el proverbio chino: Si quieres recolectar en un año, siembra arroz. Si lo quieres en 10,
planta árboles, si lo haces para toda la vida, educa personas.
Si educar es preparar para la vida, la educación que se impartía hace
unas décadas, basada en la transmisión de conocimiento, nos permitía a las
generaciones de la postguerra, conseguir una plaza permanente en alguna
administración o en una gran empresa. La educación nos preparaba para la vida,
como mínimo para la vida laboral.
En la educación de los millennials,
además de la adquisición de conocimiento, que afortunadamente no ha sido tan memorística
como en las anteriores, se han incluido habilidades, que sin embargo, están
resultando ser insuficientes para afrontar y dar respuesta a los cambios
acelerados que se producen en la sociedad en general y en el mundo laboral en
particular. Las profesiones y los oficios que se transmitían de generación en
generación, desaparecen o se ponen en peligro a una velocidad que ninguna
generación anterior habría podido imaginar (ver el actual problema de los
taxistas con la App de Uber). Un cambio radical para el que es necesario
reaccionar.
Inicialmente la educación trataba de llenar una caja con conocimientos, posteriormente
a la caja se le pusieron ruedas y un motor para darle capacidad de movimiento.
Sin embargo, todavía se necesita la voluntad y la determinación para arrancar y
circular por caminos desconocidos, donde es posible encontrar el éxito o perderse
y quedarse en la estacada. Más aún, es necesario ir llenando, durante el
recorrido, la caja con nuevos conocimientos y olvidar otros ya inservibles. Las
personas en este nuevo escenario han de ser capaces de reinventarse y la
sociedad ha de fomentar estos cambios y ayudar a quien los hace, porque estas
decisiones no son solamente buenas para los individuos, sino también para los
colectivos.
Para tomar la determinación de transitar por caminos desconocidos, se ha
de emprender en el sentido más amplio, no solo en el empresarial, sino en el
personal y la nueva educación lo ha de tener muy en cuenta. Este nuevo capital
humano, ha de tener nuevos valores que permitan a los individuos y a la propia sociedad
responder sin miedo a los cambios e incluso provocarlos y considerar el fracaso
como componente del aprendizaje.