Las capacidades necesarias para
ser un emprendedor, según la bibliografía, son innumerables. El emprendedor ha
de ser visionario, resiliente, optimista, líder, trabajador, comunicador y un
gran etcétera, que le convertirían en casi un Superman. Sin embargo, desde mi
punto de vista, un emprendedor solamente necesita ser una persona normal con
determinación para hacer lo que se ha propuesto y con una buena dosis de
sentido común.
Hay muchas recomendaciones de
cuando alguien puede emprender, pero casi ninguna de cuando no lo debe hacer. Es
decir, de cuando una persona no debe lanzarse a una aventura emprendedora
porque su perfil o su situación personal lo desaconsejan.
El primero de esos casos ocurre
cuando el emprendedor tiene un temperamento propenso a angustiarse cuando las
cosas no funcionan como estaba previsto. Y como en una aventura emprendedora, las
cosas nunca funcionan como se había previsto, alguien que se estresa fácilmente
ha de sopesar si sería aconsejable emprender. El perfil más evidente sería el
de una persona que tiene problemas frecuentes para conciliar el sueño por cosas
de importancia relativa.
Otro problema significativo
puede ser la falta de compromiso por parte de la familia. Un proyecto
emprendedor en sus inicios es muy absorbente y necesita toda la atención
disponible y la no disponible. Esto puede hacer que las relaciones familiares
puedan llegar a resentirse, por ejemplo, si no hay una complicidad de la pareja.
Otro factor es el económico.
Como pasa en el juego, nunca se ha de apostar más de lo que uno tiene poniendo en peligro el patrimonio. Una solución en este caso es involucrar, si es
posible, a otros socios que aporten el capital adicional que nos hace falta.
Otro último factor de riesgo que
voy a mencionar aquí, es comenzar compatibilizando el proyecto emprendedor con un
empleo. En este caso el rendimiento en el trabajo puede quedar afectado y las
consecuencias pueden llegar a ser graves.
Por eso, en muchas ocasiones,
embarcarse en un proyecto emprendedor es aconsejable prioritariamente para
personas que no tienen unos compromisos económicos, familiares o laborales
importantes. Este sería el caso de jóvenes recién titulados que tienen
formación, energía, ilusión e imaginación y no tienen todavía compromisos importantes,
y que en el caso de fracaso adquierirían una experiencia que servirá, sin duda,
en su vida profesional o para emprender una nuevo proyecto emprendedor, esta
vez con menos riesgo gracias a la experiencia adquirida en la anterior aventura.
Es, por estas razones, que, aunque en nuestro entorno no se hace con suficiente
intensidad, sería apropiado fomentar el emprendimiento universitario
En definitiva, cualquier
persona normal con determinación y sentido común puede emprender. Sin embargo,
hay personas que tienen unos perfiles y una serie de situaciones particulares
que pueden hacer aconsejable tomar la decisión de emprender o no emprender.