En el post anterior hablaba del emprendedor como artista-creativo y en este
continuamos con el tema. La imaginación de una persona es la capacidad que
permite la manipulación de la información almacenada en la memoria relacionándola
con percepciones y experiencias para desarrollar una nueva representación
mental de un objeto, un sistema o un proceso. La imaginación es la fuente de
todo el pensamiento creativo, es más importante que el conocimiento y una de
las principales razones para obtener el éxito.
Todos nacemos con una gran dotación de imaginación que se manifiesta en el
mundo de la fantasía de los niños. Sin embargo, la sociedad y la educación
fomentan la racionalidad e inhiben la imaginación y convierten a los niños en
adultos con una imaginación reprimida.
Los emprendedores son como niños a los que la sociedad no ha conseguido
desactivar su imaginación que es su fuente de generación de ideas. Es la chispa
necesaria que puede inflamar el proceso emprendedor. Sin embargo, con la imaginación
no tenemos suficiente y para que el incendio progrese, necesitamos la voluntad de
impulsarlo. Estas son las dos facultades que definen al emprendedor: la
imaginación para generar la idea de negocio y la determinación para que se
convierta en realidad. Imaginación y determinación, dos elementos clave para emprender.