Desde que Max Weber propone la burocracia como la herramienta para racionalizar
y estructurar la administración pública y hacerla más eficiente, han pasado
muchas cosas. Con el devenir del tiempo, las administraciones descubrieron que la
burocracia era una herramienta de dominio i tejieron una red de poder en la
sombra, que ni los políticos electos mejor intencionados han podido desmontar y
donde, además, son ellos los que finalmente aparecen como responsables. Una
posible esperanza es que hoy en día, la burocracia tiene una connotación
peyorativa de inmovilismo e ineficacia y la dinámica de los países modernos
está avanzando en sentido contrario.
La mejor sátira sobre esta situación, es aquella magnífica serie británica
de TV titulada “Yes Minister”. En uno de los capítulos, el alto funcionario
(Sir Humphrey) responde al ministro que quiere recortar el número de
funcionarios, que la importancia de un ministerio está en su cantidad y no en
lo que hagan, por tanto lo que ha de proponer es tratar de aumentar su número.
El problema no es solamente el coste directo del aumento de funcionarios, sino
que se ha de justificar alguna función para ellos y si es posible (que siempre
es posible) inútil. Estas funciones consisten en hacer perder el tiempo y el
dinero a los ciudadanos al obligarles a pedir de forma repetida en algún
negociado de la propia administración, originales en papel, de todo tipo de
documentos, como certificados, permisos, avales, escrituras, formularios,
registros, autorizaciones, y un largo etcétera, para presentar en algún otro
negociado, como notarías, registros mercantiles, delegaciones de hacienda,
seguridad social, ayuntamientos, diputaciones, etc.
Para cualquier persona que sepa algo de automatización de procesos
administrativos, estaría claro que el problema no es técnico Si en verdad existiese
la voluntad política de solucionarlo, las TIC podrían permitir eliminar o
minimizar la burocracia, siempre que los “Sir Humphrey” de turno no paralizasen
cualquier iniciativa en este sentido.
Crear muchas nuevas empresas es uno de los retos más importantes de nuestra
economía. Sin embargo, mi mala experiencia con la burocracia, que viene de
lejos, ha sido en estos últimos meses, en los que hemos intentado y finalmente
logrado crear una empresa, simplemente nefasta.
No me cabe duda de que la burocracia en nuestro país es una de las grandes
rémoras que impiden que nuestra sociedad adquiera un grado de eficacia capaz de
hacerla competitiva internacionalmente. Ahora que estamos de nuevo en campaña
electoral, algún partido político debería hacer una propuesta de atacar
frontalmente este desafío. Sin embargo, nadie lo hace. Quizás el reto es
inabordable.