Una vez completada la primera fase de arrancada del proyecto emprendedor,
que normalmente ha estado financiada por dinero propio de los fundadores o de
su entorno de influencia emocional, entramos en la segunda fase cuyo primer
objetivo es la consolidación del proyecto y que empieza cuando el modelo está
validado y se tienen los primeros clientes.
En esta segunda fase, donde normalmente la financiación procede de dinero
externo, el proyecto emprendedor ya no es una startup en el sentido de la
Escuela de Stanford, sino que se ha convertido en una empresa que ha de estar
constituida, generalmente una Sociedad Limitada.
Para esta segunda fase, existen diferentes fuentes de financiación tanto
públicas, como privadas. Quizás uno de los mejores instrumentos son los
préstamos participativos y en particular aquellos que no son convertibles en
participaciones para el prestamista. Un ejemplo interesante son los préstamos
de ENISA, que además de no ser convertibles,
tampoco exigen avales. Este tipo de préstamos públicos se llaman, por sus
buenas condiciones para los emprendedores, préstamos blandos, lo que sí hay que
hacer una ampliación de capital complementaria por parte de los emprendedores o
de otras fuentes, como prueba de que el proyecto tiene credibilidad.
Una fuente frecuente en esta fase de financiación alternativa (se conoce
así a la financiación no bancaria) son los Business Angels (BA). Los BA
son normalmente personas no profesionales de la financiación, pero que han sido
o son emprendedores o ahorradores particulares que disponen de un cierto
capital que están dispuestos a invertir y arriesgar. Las cantidades que suelen
invertir los BA suelen estar entre 50.000 a 200.000 euros, todo ello por una
participación del 15 al 35%.
Otra fuente de financiación en esta fase de consolidación o en la siguiente
de crecimiento, son los Fondos de Capital Riesgo
(FCR). Los FCR son organizaciones gestionadas por profesionales de la financiación
y que suelen tener un rango de inversiones entre los 200.000 y los 2.000.000 de
euros. Los FCR normalmente invierten cuando el proyecto ya está más maduro y
consolidado, con unas muestras claras de crecimiento.
A caballo entre las dos fases ha aparecido una vía de financiación externa
que puede aportar dinero para proyectos de orientación social o por su
creatividad, es el Crowdfunding, el
cual consiste en exponer el proyecto en una plataforma web especializada y
donde los usuarios de la misma hacen aportaciones por una recompensa que puede
ser muy diversa, como por ejemplo aparecer como financiador si es un proyecto
artístico o social, o de tener un primer producto muestra resultante del
proyecto. Hay otro tipo de Crowdfunding, Crowdfunding Equity, orientado a
financiar proyectos de la fase de consolidación de la empresa en el que las
aportaciones acaban alcanzando niveles totales similares a los de la
financiación de BA o incluso de FCR.
Todo lo anterior está muy bien, Sin embargo,
últimamente está consolidándose la tendencia de prescindir, si es posible, de
la búsqueda de financiación por inversores externos que acaben limitando la
libertad de los emprendedores. Si esto es así, ¿De dónde pueden conseguir los
emprendedores el dinero externo para la financiación de su proyecto? La
respuesta es clara: La financiación ha de venir de los clientes.