Los gastos necesarios para llevar
el producto al mercado, determinan nuestra estructura costes. Hemos de intentar
que estos sean lo más bajos posibles para conseguir la propuesta de valor que
queremos ofrecer a nuestros clientes. Reducir costes ha de ser un objetivo
permanente, sin embargo, esto no tiene por qué repercutir en una bajada de los
precios de venta. Hay que tener en cuenta que nuestros beneficios son la
diferencia entre los ingresos y los costes.
Los costes pueden ser directos o
indirectos. Los costes directos son aquellos que se pueden imputar claramente
al producto (por ejemplo, los materiales para hacer un dispositivo), los
indirectos son aquellos que se distribuyen entre todos los productos (por
ejemplo, los alquileres de los locales).
Para saber el coste total de un
producto se han de calcular los costes directos de hacerlo más imputar los
costes indirectos prorrateados.
La estructura de costes depende
del modelo de negocio, aunque normalmente entre los costes más importantes
suelen estar los salarios, los materiales, los servicios y la publicidad.
Hay factores importantes que
pueden disminuir nuestros costes como las economías de escala, cuya eficiencia
asociada por lado de la oferta (por ejemplo, negociar a la baja los precios de compra
de grandes pedidos) y las economías de gama cuya eficiencia está asociada
principalmente a la demanda, como por ejemplo la optimización múltiple de los
canales de marketing o distribución. Sin embargo, estas optimizaciones de los
costes están ligadas generalmente a grandes empresas.
Hay que tener en cuenta que los
costes son algo interno a la startup y no hemos de proporcionar esta información
a nadie que no necesite conocerlos de forma indispensable. Incluidos los
vendedores. El beneficio de nuestra startup puede estar íntimamente ligado a
una gestión óptima de sus Costs.