Sin embargo, antes de descubrir a
los clientes es necesario hacer una hipótesis sobre su existencia en un paso
previo al proceso de su descubrimiento y que subyace como semilla de la Idea de
Negocio. En el origen, lo que se descubre es la oportunidad y los clientes se
suponen.
Entre el descubrimiento de una
oportunidad (suceso pasivo) y su impulso (proceso activo), hay una fase intermedia
de maduración de la idea. La maduración de la idea se realiza en dos pasos: el
primero es de reflexión personal, estudio, meditación y búsqueda de información
(por ejemplo en internet) y el segundo paso consiste en contrastar la idea ya
elaborada con nuestro entorno de familiares, amigos y colegas. La maduración en
voz alta con personas de nuestro entorno, nos permite recoger respuestas más
sinceras que de alguna manera tienen en cuenta, además de la idea, la
percepción que tienen de nosotros y de nuestras capacidades. De forma recíproca,
como también nosotros conocemos a nuestros interlocutores, podemos dar mayor
validez a sus respuestas en función de quien nos las dice.
Para contrastar nuestra idea se
puede preparar una pequeña descripción que permita explicarla de forma breve y
que dé lugar a sugerencias, comentarios y a un conjunto de preguntas, a ser
posible críticas, por parte de nuestros interlocutores.
Aunque muchos autores, expertos e
inversores (y en alguna ocasión yo mismo) sostienen que las ideas de negocio no
valen nada, en la actualidad, y después de alguna experiencia en proyectos que
he tutorizado, mi posición es algo más prudente. Se puede comunicar la idea de
forma abierta, pero no creo que sea necesario hacerlo a los cuatro vientos.
Finalmente, si la idea es
rechazada de forma generalizada y llegamos a la conclusión de que no tiene
salida, lo mejor es renunciar a ella lo antes posible. En el mundo del
emprendimiento hay cantidad de semillas que en muchas ocasiones no acaban de
germinar por mucho que se cuiden y se abonen.
Si una de las máximas de la
metodología Lean Startup es fracasar pronto, rápido y barato, la mejor manera
de aplicarla es abandonar enseguida que se llega a la conclusión de que no
existe una mínima probabilidad de éxito de la Idea de Negocio.