Hasta la
primera década de este siglo, la forma de dar el primer impulso a un proyecto
emprendedor consistía en construir un edificio teórico y escribirlo con detalle
en un documento llamado Business Plan. Todo esto se conjeturaba sin hacer un
estudio del terreno y por tanto sin saber si el suelo soportaría el peso de la
construcción. Este diseño racional permitía imaginar el comportamiento de la
empresa resultante, imaginaciones que normalmente no se cumplían y que llevaban
al proyecto emprendedor al fracaso con la consiguiente pérdida de tiempo y
recursos. El problema residía en que el emprendimiento no es una aventura
individual que empieza y termina en el emprendedor, sino que se trata de una
cuestión social donde los clientes tienen la libertad de adquirir o no, la
propuesta de valor que se les ofrece.
El
emprendimiento clásico era un proceso que se parecía al comportamiento de los
modelos teóricos de organización de la sociedad, como el comunismo o el
fascismo, que solamente funcionan en la teoría. El proceso emprendedor, tal
como se entiende actualmente, está más cerca de los modelos basados en experiencias
que corresponderían a una estructura socio-económica liberal, donde el
conocimiento se adquiere de forma experimental y los cambios que se introducen
con las propuestas de valor pueden ser radicales puntualmente, pero
incrementales desde un punto de vista social. El emprendedor en este escenario
sería un zorro y no un erizo en el sentido de Isaiah Berlin.
La clave del
movimiento Lean Startup ha sido romper con la tradición de construir modelos
teóricos que durante mucho tiempo dieron resultados adversos y para mejorar
dichos resultados, introducir como metodología de crear empresas procedimientos
de prueba-error, ya que una startup no funciona nunca según un modelo teórico.