sábado, 17 de julio de 2010

La burbuja del ladrillo, una crisis no solo económica

El negocio del ladrillo en nuestro país ha sido la típica pirámide especulativa donde todo el mundo piensa hacerse rico al grito de tonto el último. 
Los bancos y cajas repartiendo hipotecas con dinero prestado, los compradores viendo que sus viviendas se revaluaban día a día y en especial la clase media porque también se revaluaba su segunda o tercera vivienda. Los inmigrantes remando hacia lo que pensaban era un futuro prometedor. Los ayuntamientos financiandose de licencias y recalificaciones. Las comunidades autónomas aumentando sus recursos a partir de los impuestos de transferencias patrimoniales y el estado aumentando sus ingresos hasta conseguir tener superávit. 
Pero con ello han pasado cosas, como el desvío de enormes cantidades de dinero a actividades de baja productividad y sin futuro, la mentalización de que conseguir hacerse rico sin esfuerzo era una cosa fácil, la aparición de una gran cantidad de corruptos y de gente adicta al pelotazo, la trasformación de la sociedad luchadora de la transición en una de derechos y donde la atracción del único talento que ha llegado al país lo ha hecho en patera.
Finalmente ha explotado la burbuja, la pirámide de naipes se ha caído y ha llegado el invierno de la crisis para las cigarras.  La clase política ha perdido el poco prestigio que tenía, la gente ha perdido su trabajo, los inmigrantes han perdido su oportunidad, la clase media ha perdido su riqueza, la banca ha perdido su credibilidad, los ayuntamientos han perdido su mejor fuente de ingresos, el país ha perdido su solvencia, los empresarios han perdido un dinero puesto en el sitio equivocado, los hipotecados han perdido sus viviendas o el valor de las mismas, la costa ha perdido su capacidad de un turismo de valor añadido...Todos hemos perdido.
El problema es que la crisis ha venido a instalarse, a quedarse con nosotros durante una buena temporada. Qué despertar!!, sobre todo para los más de cuatro millones y medio de parados. Es necesario cambiar, despertarse y darse cuenta que la crisis necesita una respuesta no solamente económica sino política, social y cultural.