miércoles, 31 de julio de 2019

Entornos recomendables para emprender


Los ecosistemas emprendedores en España empiezan a consolidarse liderados por Barcelona y Madrid. Comienzan a existir numerosos instrumentos para impulsar startups, como programas de formación, foros de inversión, asociaciones de business angels, fondos de capital riesgo, concursos de proyectos emprendedores, coworkings, venture builders,  incubadoras, aceleradoras, etc.
No hay una definición totalmente aceptada para cada uno de estos conceptos. Es, por tanto, difícil concretar donde están los límites de lo que comprende cada uno de ellos. El ejemplo que consideramos en este post es el de las incubadoras y las aceleradoras. En cuanto a las primeras podríamos decir que se pueden asimilar a un proceso "térmico" que pretende dar forma a una idea de negocio de la misma manera que la incubación de un huevo aporta el calor necesario para dar forma al polluelo. Una aceleradora, por el contrario, se asemeja a un proceso "dinámico" que pretende cambiar la velocidad de la startup como ocurre con el acelerador de un vehículo.
En el caso de una incubadora podemos decir que su objetivo es dar soporte a una idea de negocio hasta que se convierte en un modelo de negocio validado, es decir, ayudar a startups en el sentido Lean Startup cuyo objetivo es encontrar un modelo de negocio que funcione y si es posible escalable. Generalmente son programas con una duración de un año o más, que suelen ser lanzados por instituciones públicas o que no persiguen un benefició económico y que suelen estar enfocadas a proyecto emprendedores de un entorno local o regional. Normalmente, están abiertas permanentemente a la incorporación de nuevos proyectos y no suelen proporcionarles financiación dada la falta de madurez de los mismos. Los recursos que suelen ofrecer a las startups son: espacios (que a veces hay quien los identifica con coworkings), formación generalista en emprendimiento y mentorización en aspectos básicos del proceso de como gestionar un proyecto emprendedor.
Aunque hay puntos en común, las aceleradoras mantienen actividades diferentes de las incubadoras por que los proyectos son más maduros y sus necesidades distintas. Son programas que empiezan con proyectos que tienen su modelo de negocio validado (o casi) al que se trata de acelerar en unos meses de duración y a los que se accede a través de la participación en convocatorias abiertas a una tipología de proyectos. Generalmente, son startups en el sentido clásico de empresas nacientes ya constituidas y que pretenden elaborar un plan de negocio como su primer plan estratégico. La formación suele ser específica en temas de marketing, organización de empresas o aspectos financieros, etc. La mentorización y el networking son importantes y especializados en los intereses del propio proyecto. Normalmente, las startups trabajan la redacción de documentos y presentaciones tales como el one page, el elevator pitch o un investor deck, orientados a los inversores que suelen acudir a la aceleradora buscando proyectos interesantes.
Los programas suelen ser llevados a cabo en espacios de la propia aceleradora que puede estar liderada por una gran empresa, fondos de capital riesgo u organizaciones de busines angels, que pretenden invertir en las startups más atractivas de la aceleradora. En otros casos el interés es adquirir la startup (corporate venturing) o incorporar el talento de la startup en sus compañías.
Estos instrumentos también suelen tener sus inconvenientes, como la obligación de instalarse en sus espacios de trabajo, asistir a los actos que organizan, ajustar la agenda a la de los mentores o que las decisiones estén condicionadas por estos. Sin embargo, las aportaciones de estos programas y la convivencia en estos ambientes emprendedores, tanto si son incubadoras como aceleradoras, son aspectos que hacen de estos recursos entornos recomendables para emprender.





lunes, 15 de julio de 2019

La burocracia acabará ahogándonos


En este blog hemos hablado frecuentemente contra la burocracia como elemento limitador de la agilidad que necesita tener cualquier organización para ser eficaz, sea esta un país, una universidad o una empresa, todo ello en un mundo cambiante caracterizado por la necesidad de responder de forma muy dinámica a los constantes retos de la sociedad.
La burocracia no solamente tiene un coste económico directo, sino que obliga a hacer tareas administrativas inútiles que se podrían automatizar. Sin embargo, como dice William Eggers, la mayoría de los gobiernos y organismos gubernamentales no tienen una estrategia digital. En un momento de revolución digital en el que están cambiando completamente los negocios y en general la sociedad, los gobiernos no pueden quedarse atrás, es necesario que la eficacia de los servicios a los ciudadanos se parezca a los que da, por ejemplo, Amazon.
Un ejemplo que he vivido durante años en carne propia han sido las nefastas consecuencias de la burocracia en el ámbito de la investigación. Un buen tanto por ciento del tiempo de los investigadores se dedica a la burocracia para hacer peticiones de proyectos, justificar su avance, controlar los gastos, etc., un problema este que se podría eliminar financiando la investigación por los resultados, muy fáciles de medir, a posteriori.
Otro ejemplo sangrante de las consecuencias de la burocracia es en el ámbito del emprendimiento donde la agilidad es vital. España, que es uno de los países de Europa que tiene más necesidad de un emprendimiento que cree nuevas empresas, es uno de los que más trabas burocráticas requiere, como podemos ver en la figura de entrada a este post. Un ejemplo concreto que he vivido de cerca: darse de alta en el IAE implica tener que hacer declaraciones trimestrales y anuales de IVA aunque no se facture nada. Soluciones más eficientes ya existen y las han implantado otros países que aparecen en la figura. Si no reaccionamos, la burocracia acabará ahogándonos.