jueves, 31 de enero de 2019

La sociedad del desconocimiento


En las últimas semanas han aparecido en la prensa noticias como que Vodafone  anuncia un ERE para el 25% de la platilla, el Santander plantea un ERE para 1.000 trabajadores, CaixaBank planea cerrar más de 800 oficinas y despedir a 2.000 trabajadores. En fin, según El Economista  la gran empresa plantea empezar el año recortando 13.500 empleos.
En el mercado de trabajo hay muchos más solicitantes de empleo que demandas por parte de las empresas. Como en cualquier mercado, si la oferta es mayor que la demanda, los precios (los salarios) bajan.
Parece que es indiferente que la formación de la juventud sea la mejor que ha tenido este país en su historia. Los empresarios pueden escoger para tareas que necesitan poca formación personas con una notable sobrecualificación lo que implica que el subempleo aumenta. Esto ha llevado a España a ser el país con más subempleo de toda la Unión Europea.
Todavía más grave, muchos titulados universitarios no encuentran trabajo o este es precario y más de un millón de titulados universitarios se encuentran en el umbral de la pobreza. De esta manera queda sin sentido aquella frase usada durante décadas de: “estudia hijo para ser una persona de provecho el día de mañana”. Hemos engañado a nuestros hijos y a nuestros estudiantes.
No, no es un problema de falta de personas formadas sin un presente, y probablemente sin un futuro. La solución no es la sociedad del conocimiento, ya que esta no implica que el conocimiento se convierta en oportunidades.
Además de la falta de una solución social, inexistente entre las preocupaciones de ese foro del globalismo que es Davos (la tertulia más cara del mundo según el Financial Times), es necesario dar una respuesta más local intentando cambiar la actitud pasiva de las personas que esperan siempre que sea el Estado quien resuelva sus problemas. Un Estado que para proteger es necesario que alguien le proporcione los medios para hacerlo.
Los recursos de esa sociedad protectora proceden de una parte de esa misma sociedad que es creativa y emprendedora para lanzar iniciativas que generen riqueza y empleo. Lo que necesitamos es una sociedad emprendedora donde el Estado trate de eliminar barreras culturales, burocráticas, fiscales, etc., para que se lancen proyectos emprendedores. El emprendimiento es una actividad de riesgo cuyo mayor riesgo para una sociedad es que sus ciudadanos no la practiquen. Si la sociedad no sabe o no quiere saber que para mantener el bienestar es necesario que sea emprendedora, lo que tendremos es la sociedad del desconocimiento.

martes, 15 de enero de 2019

En otro tiempo de la historia


El poder siempre se ha transmitido como herencia. Llegar al poder sin heredarlo ha sido históricamente muy difícil y durante muchos siglos, en Europa, las personas siempre han estado enclaustradas en la clase en la que habían nacido, aunque, naturalmente, siempre ha habido excepciones.
En la Edad Media para llegar a ser alguien relevante sin heredarlo, una vía era tener unos conocimientos como los que hoy día tiene cualquiera de nuestros escolares, es decir, leer, escribir y las cuatro reglas de la aritmética. El camino podía ser la Iglesia
En la Edad Moderna, a partir del Renacimiento, encontrar personas con cultura era más fácil y para llegar a tener poder sin heredarlo, la carrera militar podía ser una buena palanca. El camino era el ejército.
En la Edad Contemporánea, en el siglo XIX, tras la Revolución Francesa, para alcanzar el poder sin heredarlo, el camino era la política
En el siglo XX, el poder lo pudieron conseguir personas con mucha decisión y suerte creando grandes corporaciones ligadas al transporte, la energía o la banca. Son los grandes empresarios que partían de un patrimonio heredado, pero de alguna forma tenían el virus del emprendimiento. El camino era la gran industria y las finanzas
Es a finales del siglo XX y el XXI en el que estamos, los que llegan al máximo poder económico son los emprendedores como Bezzos, Gates, Ortega, Zuckerberg, Jobs, que no han necesitado heredar dinero, sino talento y voluntad. En nuestro tiempo son los emprendedores los que triunfan y crean puestos de trabajo, mientras el tejido productivo clásico basado en la sociedad del conocimiento, languidece.
 Aunque muchos no han llegado a conseguir al grado de éxito de los más reconocidos, también han logrado tomar un ascensor social como no había existido antes en la historia y están creando un tejido productivo de alto valor añadido donde el talento y no el árbol genealógico es la mejor carta de presentación. El camino es impulsar esa sociedad del emprendimiento, pero nuestros dirigentes políticos todavía están en otro tiempo de la historia.