domingo, 15 de junio de 2014

El fracaso como componente del aprendizaje

Las sociedades del futuro, sobre todo aquellas que están asentadas en territorios sin recursos naturales abundantes, como el nuestro, han de estar basadas en un capital humano cuyos pilares no solo sean el saber y el saber hacer, sino también el emprendimiento.
Para disponer de ese necesario capital humano hay que invertir en educación y la cosecha no se recoge de forma inmediata. Como dice el proverbio chino: Si quieres recolectar en un año, siembra arroz. Si lo quieres en 10, planta árboles, si lo haces para toda la vida, educa personas.
Si educar es preparar para la vida, la educación que se impartía hace unas décadas, basada en la transmisión de conocimiento, nos permitía a las generaciones de la postguerra, conseguir una plaza permanente en alguna administración o en una gran empresa. La educación nos preparaba para la vida, como mínimo para la vida laboral.
En la educación de los millennials, además de la adquisición de conocimiento, que afortunadamente no ha sido tan memorística como en las anteriores, se han incluido habilidades, que sin embargo, están resultando ser insuficientes para afrontar y dar respuesta a los cambios acelerados que se producen en la sociedad en general y en el mundo laboral en particular. Las profesiones y los oficios que se transmitían de generación en generación, desaparecen o se ponen en peligro a una velocidad que ninguna generación anterior habría podido imaginar (ver el actual problema de los taxistas con la App de Uber). Un cambio radical para el que es necesario reaccionar.
Inicialmente la educación trataba de llenar una caja con conocimientos, posteriormente a la caja se le pusieron ruedas y un motor para darle capacidad de movimiento. Sin embargo, todavía se necesita la voluntad y la determinación para arrancar y circular por caminos desconocidos, donde es posible encontrar el éxito o perderse y quedarse en la estacada. Más aún, es necesario ir llenando, durante el recorrido, la caja con nuevos conocimientos y olvidar otros ya inservibles. Las personas en este nuevo escenario han de ser capaces de reinventarse y la sociedad ha de fomentar estos cambios y ayudar a quien los hace, porque estas decisiones no son solamente buenas para los individuos, sino también para los colectivos.

Para tomar la determinación de transitar por caminos desconocidos, se ha de emprender en el sentido más amplio, no solo en el empresarial, sino en el personal y la nueva educación lo ha de tener muy en cuenta. Este nuevo capital humano, ha de tener nuevos valores que permitan a los individuos y a la propia sociedad responder sin miedo a los cambios e incluso provocarlos y considerar el fracaso como componente del aprendizaje.