lunes, 31 de agosto de 2015

Tener los extintores preparados

En las dos entradas anteriores hablaba de dos analogías con la independencia de Cataluña: el futbol y el divorcio.
En esos escenarios, cuando las emociones se radicalizan, se pueden convertir en pasiones que salen de las propias entrañas e incluso de zonas más bajas del cuerpo y del alma humana. A partir de aquí, la violencia empieza a tener probabilidades de hacer su aparición.
En estos momentos de tranquilidad veraniega, no parece que la radicalización pueda llevar a situaciones tan extremas que puedan desembocar en violencia y menos que esta sea generalizada. Sin embargo, no sería prudente excluir este escenario como totalmente descartable.
De momento la refriega entre dirigentes está pasando por unos canales de confrontación política y parece que ninguna de las dos partes quiere ir más allá. 
Sin embargo, una parte habla de que ante una mayoría absoluta suficiente en las próximas elecciones se formularía una declaración unilateral de independencia.
En ese caso, la otra parte amenaza con la aplicación del artículo 155 de la Constitución que contempla los mecanismos excepcionales que tiene el Estado para el cumplimiento forzoso de las leyes i que podría llevar a la posible suspensión de la autonomía. Nadie, ni yo mismo aquí, quiere hablar de ruido de sables, pero el artículo 8.1 de la Constitución deja claro que las Fuerzas Armadas tienen como misión defender la integridad territorial de España.

La pregunta es: ¿Y después qué?

Experiencias en otros lugares, como los Balcanes, tampoco hacían pensar unos meses antes de que pudiesen desembocar en una guerra civil, y aunque es cierto que la situación no es la misma por muchas razones (raza, religión, historia, pertenencia a la UE, consolidación democrática, etc.), tampoco hay que olvidar que uno de los detonantes de la guerra fue la abolición de la autonomía de Kosovo por parte de la Serbia de Milosevic.
Grandes conflictos empiezan con una chispa que nadie cree que pueda tomar cuerpo y acaban en grandes incendios. El anuncio de lo que convertiría después en la  primera guerra mundial se tomó como una fiesta en Viena tras el atentado de Sarajevo. Nadie supo prever sus consecuencias.
Yo también creo improbable que el incendio se produzca. Sin embargo, sería prudente tener los extintores preparados.

sábado, 15 de agosto de 2015

Una ley del “divorcio”

 En el post anterior hablaba del espíritu independentista y utilizaba una analogía con los aficionados al futbol. Hoy quiero hablar de otra imagen, la del divorcio.
Cuando en un matrimonio ha desaparecido el afecto, la convivencia es cada día más difícil y las desavenencias son permanentes, es necesario buscar una salida. En el caso de que no sea posible una solución acordada para reconstruir la vida en pareja y se llega a un punto de no retorno, es entonces  necesario disponer de una vía legal que contemple la separación.
El problema más grave en estas situaciones, cuando la educación y el respeto mutuo ya no existen, es la aparición de la violencia con las graves consecuencias para todos los implicados y en particular para los hijos.
Este escenario era frecuente en la España del franquismo porque no había una legislación que pusiese remedio y lo que se producía era la separación de facto con el abandono del domicilio familiar por parte de uno de los cónyuges. Con la aprobación de la ley del divorcio en 1981, los problemas legales se solucionaron y permitieron que los jueces determinaran las condiciones en que se realiza dicho divorcio.
El problema del independentismo catalán es similar. La desafección ha ido creciendo y el único argumento con el que ha respondido el gobierno central ha sido que no existe una ley que ampare la separación legal. En este ambiente de imposición, las posturas no han hecho más que radicalizarse y como consecuencia la situación en Cataluña puede llegar a ser insostenible. De esta forma, los que más pueden sufrir las consecuencias son los “hijos”.
De cualquier forma, obligar a mantener una convivencia a la fuerza a una sociedad, es un escenario poco atractivo, cuando continuamente aparecen situaciones indeseadas de falta de respeto a los símbolos del otro: pitadas al himno, retirada y quema de banderas, manifestaciones masivas de petición de independencia, etc.
La solución es preguntar a la “pareja” si quiere convivir y en qué condiciones, y si la respuesta está lejos de la que se desea escuchar y no hay acuerdo, lo mejor es una separación pactada, a ser posible amistosa. En otro caso ha de ser una separación legal de condiciones dictadas por un juez imparcial conforme a derecho.

En el caso de una sociedad la pregunta se ha de hacer en las urnas y para ello hay que aprobar una ley del “divorcio”.