jueves, 30 de junio de 2016

Cabreado y desconcertado

En las elecciones de este domingo ha vuelto a ganar de nuevo el PP. Creo que un partido de derechas en este país es necesario y conveniente, pero el PP en la actualidad no es el partido de derechas moderno que necesita España, es el partido de la corrupción generalizada.
No entiendo a esta sociedad, mi sociedad. No solamente no les ha dado un voto de castigo para que hagan una catarsis interna que expulse a los corruptos fuera de sus filas, sino que les ha premiado por robar. Ante los resultados electorales del domingo, el mensaje que el país está dando al PP es el siguiente: “Sigan ustedes robando que nosotros les seguiremos votando”
No dejo de preguntarme porque casi ocho millones de electores le han dado otra vez el voto a esta gente. No entiendo porque me mortifican estos electores dejando que me sigan robando. Si la ley electoral me permitiese dar votos en negativo o en negro. Mi voto en negro sería para el PP. Lo necesita el país, lo necesito yo y también lo necesita el propio PP (aunque no lo parezca).
En la independencia de Cataluña, yo soy firme partidario de permitir el referéndum, ya lo he dicho en este Blog varias veces, hay ciudadanos catalanes que votarían Sí a la independencia, al “Catxit”, con el corazón y también hay catalanes que votarían NO con el corazón. En este momento post-electoral, si pudiese, yo votaría SÍ a la independencia, pero no con el corazón, sino con la cabeza. Es la única manera de escapar de una sociedad a la que quiero, pero a la que racionalmente no comprendo y que este domingo me ha dejado cabreado y desconcertado. 

miércoles, 15 de junio de 2016

Quizás el reto es inabordable

Desde que Max Weber propone la burocracia como la herramienta para racionalizar y estructurar la administración pública y hacerla más eficiente, han pasado muchas cosas. Con el devenir del tiempo, las administraciones descubrieron que la burocracia era una herramienta de dominio i tejieron una red de poder en la sombra, que ni los políticos electos mejor intencionados han podido desmontar y donde, además, son ellos los que finalmente aparecen como responsables. Una posible esperanza es que hoy en día, la burocracia tiene una connotación peyorativa de inmovilismo e ineficacia y la dinámica de los países modernos está avanzando en sentido contrario.
La mejor sátira sobre esta situación, es aquella magnífica serie británica de TV titulada “Yes Minister”. En uno de los capítulos, el alto funcionario (Sir Humphrey) responde al ministro que quiere recortar el número de funcionarios, que la importancia de un ministerio está en su cantidad y no en lo que hagan, por tanto lo que ha de proponer es tratar de aumentar su número.
El problema no es solamente el coste directo del aumento de funcionarios, sino que se ha de justificar alguna función para ellos y si es posible (que siempre es posible) inútil. Estas funciones consisten en hacer perder el tiempo y el dinero a los ciudadanos al obligarles a pedir de forma repetida en algún negociado de la propia administración, originales en papel, de todo tipo de documentos, como certificados, permisos, avales, escrituras, formularios, registros, autorizaciones, y un largo etcétera, para presentar en algún otro negociado, como notarías, registros mercantiles, delegaciones de hacienda, seguridad social, ayuntamientos, diputaciones, etc.
Para cualquier persona que sepa algo de automatización de procesos administrativos, estaría claro que el problema no es técnico Si en verdad existiese la voluntad política de solucionarlo, las TIC podrían permitir eliminar o minimizar la burocracia, siempre que los “Sir Humphrey” de turno no paralizasen cualquier iniciativa en este sentido.
Crear muchas nuevas empresas es uno de los retos más importantes de nuestra economía. Sin embargo, mi mala experiencia con la burocracia, que viene de lejos, ha sido en estos últimos meses, en los que hemos intentado y finalmente logrado crear una empresa, simplemente nefasta.

No me cabe duda de que la burocracia en nuestro país es una de las grandes rémoras que impiden que nuestra sociedad adquiera un grado de eficacia capaz de hacerla competitiva internacionalmente. Ahora que estamos de nuevo en campaña electoral, algún partido político debería hacer una propuesta de atacar frontalmente este desafío. Sin embargo, nadie lo hace. Quizás el reto es inabordable.