lunes, 31 de marzo de 2014

Una visión anticuada de los grupos de I+D

Recientemente ha salido una nueva convocatoria de la Generalitat de Catalunya de grupos consolidados. Estos grupos, al frente de los cuales hay un investigador principal, trabajan en una determinada área del conocimiento y han de tener una calidad y una dimensión mínimas. En la última había unos 1300 grupos consolidados en toda Cataluña, contando los de universidades y centros de I+D.
En las convocatorias de los Planes Nacionales estatales, los proyectos han de ser presentados por grupos de I+D al frente de cada uno de ellos hay un investigador principal, grupos que necesitan una dimensión mínima para tener probabilidades de éxito.
El argumento principal de las administraciones para exigir estas condiciones, es evitar la atomización de los núcleos de investigación, evaluar la capacidad investigadora del sistema y que al frente de la petición haya un investigador principal de “reconocido prestigio”, que tiene la “venia” de las administraciones (“es el grupo de fulanito”) y que es quien tiene las facultades de controlar los gastos que realicen los miembros del grupo. Esta es la vía para que el resto de los investigadores del proyecto puedan disponer de recursos para asistir a congresos, tener becarios o poder comprar un ordenador.
Todo esto conduce a una serie de comportamientos, llamémosles, mejorables y sobre todo a procedimientos poco eficientes de asignación de recursos, en donde investigadores del staff con capacidad e ideas, acaban trabajando “para” quien es capaz de conseguir gestionar una petición de proyectos con probabilidad de éxito. A veces y para conseguir la masa crítica mínima, se añaden personas de relleno aunque no trabajen en el mismo tema. Todo es cuestión de maquillar convenientemente la petición.
En otros lugares, como en las universidades anglosajonas, los grupos pueden perfectamente llegar estar están formados por un solo investigador de staff y una serie de doctorandos y postdocs que son contratados por él y no por convocatorias burocratizadas. Otra cosa es la asociación entre pares para colaborar en un proyecto, en este caso no se trabaja “para” sino que se trabaja “con”.
El resultado para las administraciones es que tienen un mapa distorsionado de las capacidades y de la producción del sistema de I+D. Todo ello es producto de prácticas que se arrastran del pasado, cuando evaluar la producción científica era muy complicado. Sin embargo, hoy día se puede ser mucho más eficiente en la asignación de recursos y en la monitorización, casi en tiempo real, de la productividad científica, sin hacer perder el tiempo a los investigadores y evitar los importantes costes burocráticos que significa mantener una visión anticuada de los grupos de I+D.