sábado, 31 de mayo de 2014

Las lecciones de las elecciones europeas

Los resultados de las pasadas elecciones europeas han tenido un sabor agridulce. De un lado, el debilitamiento de la conciencia europea con la aparición de los partidos de ultraderecha y de otro, el lado dulce, el aumento de la cultura democrática de la sociedad española, a la que me voy a referir en este post.
La convivencia en el espacio común europeo con nuestros vecinos del norte, nos ha proporcionado un espejo donde comparar los comportamientos poco éticos de nuestras clases dirigentes. Esa convivencia, ha hecho que la conciencia democrática de nuestra sociedad haya evolucionado positivamente para impulsar un cambio en la vida política del país. Si queremos cambiar nuestra democracia, hemos de tener en cuenta, que la responsabilidad no es de los partidos, si no de los votantes. Como dice Habermas, en una democracia, quienes gobiernan son el reflejo de sus ciudadanos. Es decir, el comportamiento de los partidos políticos, no es otra cosa, que el termómetro de la cultura democrática de la sociedad que los elige.
Aunque los dos partidos mayoritarios españoles merecían haber obtenido unos resultados más severos, en mi opinión, el correctivo que han recibido ha sido causado, en buena parte por el aumento de la temperatura democrática de la sociedad y no por campañas electorales mejor o peor diseñadas. La falta de apoyos sociales ha sido la consecuencia, no del empeoramiento de la conducta poco democrática de los partidos, que tradicionalmente siempre ha sido así, si no de la mayor sensibilidad democrática de la sociedad, que ya no es tan permisiva con métodos corruptos y mafiosos y plantea un mayor grado de exigencia ética a los que detentan el poder.
Cuanto más democrática es una sociedad, más sensibles con sus necesidades y anhelos deben ser los políticos que quieran mantener o alcanzar el poder. Los sanedrines de los partidos deberían tomar buena nota de lo sucedido en las elecciones de la semana pasada para no desaprovechar las oportunidades futuras.
Los partidos fuertes son necesarios para una estabilidad política, pero PP y PSOE deben entender que sus resultados electorales no son ya consecuencia de una campaña electoral mal diseñada, sino de que son percibidos como organizaciones corruptas donde el poder se fundamenta en comportamientos internos cuasi dictatoriales. 
La respuesta inicial de las figuras más conocidas del partido socialista, respecto a no permitir procesos abiertos para elegir al próximo secretario general, ha tenido que cambiar ante el empuje de militantes que quieren responder a lo que observan en sus bases y en la ciudadanía. Otra visión menos autocrítica, y desde mi punto de vista equivocada, ha sido la del PP, que ha percibido la respuesta social como puntual y que cambiará cuando mejoren las condiciones económicas o con una buena campaña electoral. Los grandes partidos deben cambiar y aprender las lecciones de las elecciones europeas.