jueves, 15 de octubre de 2015

El papel del Rey


Hace casi 100 años Unamuno predijo, en una carta a Manuel Azaña, la independencia de Cataluña. Estos procesos suelen ser lentos a no ser que se entre en una espiral de violencia como pasó en los Balcanes. No creo que en nuestro caso se llegue a una situación así, pero el problema de Cataluña hace unos años que se “tumorizó” y por no aplicar un tratamiento adecuado a tiempo, el tumor ya se ha diseminado en una metástasis que alcanza a buena parte de la sociedad catalana impidiendo un tratamiento quirúrgico, como ha intentado el gobierno.
El PP afronta el Procés de forma agresiva con las armas de una legalidad constitucional que plantea como inamovible, aunque quizás, si este método fracasa, tenga preparadas debajo de la mesa otras armas en sentido no figurado. El problema de fondo es que el nivel de desafección en Cataluña, como ya avisó el President Montilla, está tan generalizado que parece que se ha sobrepasado el punto de no retorno.
La situación es tal, que el proyecto federalista que propone el PSOE actualmente, parece insuficiente y se ve como un nuevo intento que añadir a los fracasos habidos desde la Primera República. Sin embargo, aunque todo continuase igual y el Procés no prosperase, porque no ha habido una mayoría de votos, sería un grave error no aprovechar la ocasión, los jóvenes que todavía no han podido votar en las elecciones del 27S, lo harán en las próximas y entonces el voto mayoritario será, casi con toda seguridad, independentista.
Las personas como los pueblos necesitan retos de futuro. El planteamiento de un proyecto ambicioso para España sería una posible solución. Por ejemplo, el impulso a la creación de una Confederación Ibérica con Portugal, Cataluña y Euskadi, sería, si se gestionase bien, un reto capaz de movilizar voluntades. Parece que hace unos años algunas encuestas mostraban un apoyo por parte de la ciudadanía portuguesa a una posible unión.
De cualquier manera, el conflicto catalán se ha convertido en un problema suficientemente grave, como para que la más alta institución del Estado se implique en el mismo, comprometiendo si es necesario a la Corona en la búsqueda de una solución. Una solución donde, como en un 23F hizo su padre, podría ser clave el papel del Rey.