A primera vista, impulsar un
proyecto emprendedor no tiene mucho sentido. Las probabilidades de éxito son
muy escasas, solamente una o dos de cada diez salen adelante. Tampoco es fácil conseguir
financiación de capital riesgo, solamente una de cada cien la obtienen.
Adicionalmente, el emprendedor
tiene que ser un trabajador infatigable, inmune al desaliento de los constantes
reveses, ágil para sortear los obstáculos del camino y un largo etcétera de
aptitudes.
Entonces, ¿por qué hay personas
que impulsan proyectos emprendedores?
Hace muchos años, un familiar que
vivía en un pueblo del Pirineo me decía “¿Para qué vais a subir a la montaña? Entiendo
que vayan los ganaderos a ver si alguna vaca tiene problemas, ¿pero vosotros?”
La respuesta está en la pasión por
conseguir la cima. En toda aventura pasa lo mismo y emprender es eso, una
aventura. Apasionarse por alcanzar un sueño implica aceptar los riesgos, dedicar
mucho esfuerzo y usar la razón en la toma de decisiones.
Para los emprendedores el sueño de
conseguir el éxito es en muchos casos es una quimera, pero es lo que despierta
la pasión. Ese ímpetu por coronar las “cimas” es el que mueve el mundo y no
puede faltar en un emprendedor, es su motor.
Sin embargo, la pasión por si
sola no solo es insuficiente, sino que puede nublar la vista. La pasión no te
permitirá pagar las facturas del proyecto, el alquiler de tu casa o los gastos
personales, aunque estos se reduzcan al mínimo.
Para subir la montaña, además del
entusiasmo por alcanzar la cima, hay que aplicar con prudencia el sentido común
en la toma de decisiones. De la misma forma, emprender implica un equilibrio entre
la pasión y la razón