viernes, 31 de enero de 2014

Muy lejos de una burbuja del emprendimiento

Últimamente es frecuente oír que el emprendimiento está creciendo de una forma exuberante, que todo el mundo habla de emprendedores, de concursos de startups, de programas de TV, de aceleradoras, de Business Angels, de que hay emprendedores hasta en la sopa. En fin, que hay una burbuja del emprendimiento.
Para que se produzca una burbuja especuladora en cualquier ámbito, tienen que darse una serie de fases que siguen un patrón similar:
a)       Las valoraciones/precios suben injustificadamente (fase de substitución).
b)      El aumento de las valoraciones/precios se hace de forma especulativa para vender a otros compradores a precios cada vez menos razonables (fase de despegue).
c)       El aumento de los precios es máximo y se iguala la oferta y la demanda (fase álgida).
d)   La situación se inestabiliza y los compradores son bastantes menos que los vendedores y además aquellos disminuyen rápidamente (empieza la fase crítica).
e)       El escenario se radicaliza y se entra en pánico (estalla la burbuja).
A todo esto, se suman una serie de circunstancias, como son: la abundancia de crédito, la falta de un control del riesgo asumible y en el caso de una burbuja sistémica, unas instituciones poco robustas, cuando no cómplices, que acaban permitiendo/facilitando que la corrupción se generalice.
No creo que nadie pueda insinuar que en emprendimiento y en este país, estamos en alguna de las fases de la burbuja. Es más, me atrevo a decir que estamos lejos, quizás demasiado lejos, hasta de la primera fase.
En la actualidad nadie especula con las startups, ni hay dinero ni crédito para ellas, y las inversiones son escasas, porque no hay inversores y los pocos que hay, son demasiado conservadores y tienen una aversión casi patológica al riesgo.
Por otro lado, desde lo público, las dificultades que se ponen a los emprendedores para crear una empresa, son en muchos casos disuasorias. Por ejemplo, la obligatoriedad de hacerse autónomo, aun cuando no se tengan ingresos.
La vitalidad del país para crear empresas, y en particular startups escalables es muy baja. Por poner un ejemplo, en Cataluña que pasa por ser una comunidad emprendedora, y que en población y en resultados científicos se puede comparar a Israel, el número de startups tecnológicas creadas anualmente es veinte veces menos. Los científicos deberían darse cuenta de que una situación así, la propia sociedad no la consentirá indefinidamente.
En definitiva, hoy día nadie está especulando con las pocas startups que tenemos, antes bien al revés, lo que hace falta es un poco más de alegría en la aventura emprendedora y algo menos de aversión al riesgo por parte de los inversores y también de los emprendedores ya que en realidad estamos muy lejos de una burbuja del emprendimiento.