viernes, 15 de febrero de 2019

La Sociedad del Conocimiento de Cataluña


La semana pasada se presentó un libro titulado en catalán “Construint la Catalunya del Coneixement (1985-2015)” (Construyendo la Cataluña del Conocimiento (1985-2015)). Los ponentes eran los exconsellers de la Generalitat que fueron responsables de las universidades y de la investigación durante ese periodo.
Todos los intervinientes alabaron la voluntad de los diferentes gobiernos (a pesar de ser de distintos colores políticos) por mantener la continuidad de las políticas universitarias y de investigación que han llevado a Cataluña a tener unas más que aceptables universidades y un sistema de investigación muy eficaz, si tenemos en cuenta los pocos recursos con los que se contaba para llevar a cabo la tarea.
Sin embargo, en las intervenciones de los exconsellers empezaron a aparecer las sombras que se ciernen como amenazas sobre el sistema de I+D catalán, entre ellas: la falta recurrente de recursos, la burocracia que obliga a los investigadores a dedicar a ella una buena parte de su tiempo y el envejecimiento de las plantillas, sin unas perspectivas de relevo a corto plazo. También se dijo que, en realidad, lo que hace falta es un sistema de innovación que alimente un sector de I+D que empieza a no poder sostenerse exclusivamente con el dinero público.
Lamento tener que afirmarme en lo que vengo diciendo desde hace años: un sistema de I+D es condición necesaria, pero no suficiente, para mantener de forma sostenible una Sociedad del Conocimiento. Sería necesario disponer de un sistema de innovación potente para mantener vivo ese sistema de I+D y la Sociedad del Conocimiento asociada. Sin embargo, un sistema de innovación no se puede crear y mantener desde el sector público, aunque se pueda favorecer. La realidad es que Cataluña como el resto de las regiones españolas (excepto Euskadi) está en el tercer nivel (Moderate Innovators) de los cuatro en que clasifica el Regional Innovation Scoreboard de la Unión Europea a las regiones.  El diagnóstico está claro y la evolución, si no se pone remedio, también: un declive que se irá acusando en los próximos años.
La ventana de oportunidad que se produjo durante las décadas anteriores a la crisis se aprovechó para crear un sistema que tenía mucho glamour, pero poco realismo. Afortunadamente, todavía hay una parte de la sociedad que a pesar de la Administración (excepto elementos puntuales como Catalunya Emprèn) está liderando el cambio de Barcelona hacia un polo de atracción de talento emprendedor.
Esta es la única esperanza que puede ayudar a disipar las nubes amenazadoras que se ciernen sobre ese sistema de I+D del que nos sentimos tan ufanos y que es la base de la Sociedad del Conocimiento de Cataluña.