lunes, 31 de diciembre de 2018

La universidad puede ser clave para la innovación en el país


La Unión Europea clasifica la innovación de los países y regiones europeas en cuatro niveles: Leaders, Strong, Moderate y Modest. En la última clasificación de 2017 España está en el tercer nivel y como región solamente Euskadi se escapa de esta mediocre posición.
Dada la importancia que para el futuro de una sociedad tiene el que ésta sea innovadora, no se entiende que desde hace tanto tiempo, no solamente no hayamos mejorado nuestra posición en esta clasificación, sino que según algunos rankings, ésta haya empeorado.
Los políticos, para eludir hablar de este escenario, siempre tienen en la manga declaraciones, planes estratégicos, pactos nacionales, con comisiones formadas por políticos, funcionarios, académicos, sindicalistas y algún que otro directivo de patronales.
El objetivo que proponen alcanzar es la siempre soñada sociedad del conocimiento, un concepto del que hablan desde hace años (décadas diría yo) y en el que su métrica estrella es la inversión en I+D, cuyos pobres valores han empeorado en los años de la crisis (en otros países de nuestro entorno han mejorado) y que ahora prometen convencernos en un “déjà vu” que se van a conseguir resultados que doblarán los que tenemos actualmente.
Esta quimera se basa en que las empresas aumentarán sustancialmente su inversión en I+D respecto a su inversión actual. Un tejido empresarial que no ha sido innovador nunca y que tampoco lo será ahora, por mucho que lo prometan los políticos. Si lo que necesitamos es que innoven las empresas y las que hay no lo hacen ni lo han hecho en el pasado, eso quiere decir que necesitamos otro nuevo tejido empresarial mientras este dormita y languidece.
Afortunadamente, aparecen algunos brotes verdes en la sociedad. En Barcelona y Madrid están surgiendo con fuerza iniciativas emprendedoras lideradas por jóvenes con energía para lanzar sus propios proyectos. Estos brotes son el futuro de las cosechas del mañana y para conseguirlo necesitamos superar el concepto de la sociedad del conocimiento e ir hacia una sociedad del emprendimiento. En ese cambio cultural es necesario que se implique no solamente la Administración (eliminando barreras), sino toda la sociedad.
Voy a centrarme en uno de los resortes para esta sociedad del emprendimiento como son las universidades (un mundo que conozco bien como profesor de una de ellas durante más de 40 años). Desde hace unas décadas se ha fomentado lo que podríamos llamar la primera ola de la implicación de la universidad en el tejido empresarial. Esta primera ola se enfoca en la transferencia de conocimiento de quien lo genera (los investigadores) a quien lo necesita (las empresas). Esta estrategia se debe seguir fomentando a pesar de que sus resultados han sido débiles porque esas empresas, que constituyen el tejido empresarial no requieren, en general, el conocimiento que se desarrolla en las universidades.
El foco se tiene que poner en lo que sería una segunda ola de implicación de las universidades en la innovación. Esta consistiría en la sensibilizar a los estudiantes universitarios en que la opción de crear sus propias empresas es una interesante alternativa a trabajar para terceros. En esta línea está casi todo por hacer y muy pocos hablan de que esta segunda ola en la universidad puede ser clave para la innovación en el país.