Hace muchos años, cuando yo era adolescente, mi padre me dejo
coger en un descampado el viejo coche familiar. Llevar el volante, frenar y
acelerar era emocionante y relativamente fácil, aunque cambiar las marchas y sincronizarlas
con el embrague era más complicado. Sin embargo, al cabo de una hora yo podía
conducir aquel viejo coche hacia adelante (solo hacia adelante) en aquel espacio
sin obstáculos. El éxito me dio la ingenua confianza del principiante y le pedí
a mi padre, en mi desconocimiento del mundo real, que me dejase llevar el coche
hasta casa, cosa que afortunadamente no me dejo hacer.
Conducir una startup en un espacio abierto, no es igual de simple que
hacerlo en un circuito real y mucho menos para inexpertos. Podemos creer que
nuestro proyecto se comportará con tráfico tal como hemos supuesto en ese mundo
sin obstáculos que hemos imaginado. Sin embargo, conducir una startup en un
entorno real implica conocer bien lo que se tiene entre manos, saber el código
de circulación y las normas no escritas de comportamiento que solamente se
aprenden con la experiencia.
Los emprendedores jóvenes pueden ser más ágiles y rápidos en la
toma de decisiones, pero si estas no son acertadas el accidente puede ser más grave
y a veces irreversible. La toma de decisiones en una startup suelen ser más
acertadas si se hace desde la experiencia, como se muestra en el estudio que se
menciona en este post
de este mismo blog, donde se hace referencia que el éxito puede ser aún más
probable si se combinan la juventud con la experiencia.
Por eso, los proyectos emprendedores tienen menos fracasos con conductores
que ya no tienen que llevar la “L” puesta y eso lo saben bien las aseguradoras.