viernes, 15 de mayo de 2015

Material fungible y material inventariable

Estamos en un país cuyo tejido empresarial es poco innovador, cosa que en este blog ya se ha dicho varias veces. En un mundo globalizado, esta situación conduce a tener que competir en precio y no en valor añadido. Como consecuencia, los salarios son y serán bajos y el bienestar social se resentirá. No hay soluciones milagrosas, pero está claro de que es necesaria una respuesta que implica un cambio de muchos aspectos de la cultura de la sociedad y de su organización, entre otros aspectos, los que afectan al modelo productivo.
La innovación y el emprendimiento son piezas clave para que los países sean competitivos. Sin embargo, las administraciones y otras instituciones públicas tienen un ADN muy alejado de esta filosofía tanto en la toma de decisiones como en el funcionamiento de sus propias estructuras. Normalmente culpamos a los políticos de esta situación, que también lo son, sin embargo, hay otro colectivo más callado, pero que es la base de que las organizaciones públicas sean muy conservadoras, poco innovadoras y donde el intra-emprendimiento es prácticamente inviable: los funcionarios.
Los funcionarios y en particular a los altos funcionarios son una clase privilegiada en un mundo donde la inestabilidad laboral es cada día más habitual. Todo el mundo quiere ser funcionario (yo lo he sido durante 35 años) y debería poder ser así, pero la dinámica de competitividad de los países hace que esto, hoy día, sea un privilegio de clase. De casta que diría Pablo Iglesias desde Podemos. Los puestos vitalicios están desapareciendo y no es justo que una parte de la ciudadanía tenga unos derechos que a partir de unas oposiciones puedan disfrutar de por vida el sueño del puesto vitalicio.
Hasta a los políticos se les elige cada cuatro años. Sin embargo, a los funcionarios se les escoge de por vida y en la gran mayoría de los casos la valoración del rendimiento de los mismos es algo que solamente aparece en los discursos i no hay repercusiones reales en su seguridad, ni prácticamente en su salario.
A parte de una injusticia comparativa respecto a otros empleados, este estatus desincentiva a otras personas a asumir riesgos, como asumen los emprendedores. Para ser funcionario, se debería exigir un tiempo de experiencia laboral (10 años), y un límite de permanencia a los nuevos funcionarios (por ejemplo otros diez años). La Administración cambiaría radicalmente y la sociedad también, ya que estos tendrían que prepararse para un futuro tan incierto como para el resto de los mortales. Las administraciones y sus trabajadores públicos, tendrían sangre nueva permanentemente, que mirarían con otros ojos como estaría la sociedad en la que se encontrarán cuando vuelvan al mundo real.

Los emprendedores son los que más alto grado de riesgo de temporalidad tienen, aunque esta también afecta a los trabajadores y hasta a los políticos. ¿Por qué no la de los funcionarios? Es como si hubiese dos clases de trabajadores cuyo estatus serían el de material fungible y material inventariable.

jueves, 30 de abril de 2015

No es un problema de políticos perversos, sino de ciudadanos irresponsables

En este blog no suelo hablar de temas políticos, pero últimamente me tienta a hacerlo la situación del país.
En las elecciones generales de hace tres años, el Partido Popular estaba inmerso en un caso de corrupción generalizada, como era el caso Gürtel, que afectaba a buena parte de sus dirigentes. Sin embargo, los ciudadanos le dieron la mayoría absoluta.
En las recientes elecciones andaluzas, el partido socialista estaba sumido en un proceso de corrupción que afectaba a los más altos responsables de su etapa de gobierno anterior. Sin embargo, los ciudadanos le han dado la mayoría.
¿Cuál ha sido el mensaje de la sociedad a los partidos políticos?: Sigan ustedes por esa línea que nosotros les seguiremos votando!!.
Como en este país se ha de buscar algún responsable que no seamos nosotros mismos, es  lo que hemos hecho. Y no es esto, no es esto, como decía Ortega. No se trata de que la justicia actúe, que también. No se trata de que las instituciones sean inclusivas, como dicen Acemoglu y Robinson, para que las naciones no fracasen, que también. Se trata de entender que en una democracia, aunque sea de mala calidad, como es la nuestra, los responsables de su salud somos los ciudadanos.
No es concebible que en las dos situaciones anteriormente citadas, los dos partidos implicados no fuesen duramente castigados con una representación parlamentaria más allá de la residual. Sin embargo,  y lo que es más grave, en las encuestas aparecen todavía en lugares relevantes.
Parece que, menos mal, las cosas, aunque tímidamente, están empezando a cambiar y nuevos partidos aparecen en el panorama político con posibilidades de plantar batalla en las próximas confrontaciones electorales, con mensajes más claros frente a la corrupción. Los votantes hemos de valorar mucho más nuestro voto y castigar de manera contundente a los partidos para que cambien su forma de actuar. Porque los partidos son necesarios en una democracia y el PP y el PSOE deben recibir de los votantes un mensaje diferente y claro para facilitar la necesaria catarsis interna.

Tengo la convicción de que el correctivo no se aplicará en las próximas elecciones del mes de mayo. Sin embargo, creo que deberíamos tener claro que la solución está en nuestras manos, que no es un problema de políticos perversos, sino de ciudadanos irresponsables.

miércoles, 15 de abril de 2015

El emprendimiento como una moda

Algo está de moda cuando es un uso o una costumbre con popularidad en un lugar y en un momento determinado. Las modas son intrínsecamente pasajeras, de temporada, y no representan una necesidad vital para una sociedad. La eclosión del emprendimiento en nuestra colectividad en los últimos años ha hecho que muchas personas hablen de él como si fuese una moda. 
La explosión del emprendimiento en los últimos años ha coincidido temporalmente con la crisis y el enorme aumento del paro. Este auge nos pueda llevar a pensar que el crecimiento del emprendimiento ha sido consecuencia de la crisis económica y del incremento del paro. También podría pasar, que aunque se haya producido por la necesidad de supervivencia y no tenga las características de una moda, igualmente podría ser un fenómeno temporal que desapareciera cuando lo hiciese la crisis. 
Otra explicación de la explosión del emprendimiento, es que nuestra sociedad, y en particular la parte más joven de la misma, se está dando cuenta de que no es posible seguir haciendo las mismas cosas y de la misma forma que siempre y que es necesario buscar nuevas oportunidades para no quedarse fuera del futuro, tanto personal como socialmente. 

En cualquier caso, el empuje del emprendimiento no debe acabar como si fuese una moda, sino que debería generar la decisión colectiva de aprovechar la ocasión para consolidar el emprendimiento y convertirnos en una sociedad mucho más dinámica. Sería un error, aunque la tormenta de la crisis amaine, dejar perder esta oportunidad, entendiendo el emprendimiento como una moda.

martes, 31 de marzo de 2015

Peor para todos

La globalización y la crisis han producido un cambio en la distribución de la riqueza mundial que se concentraba en las sociedades occidentales. Su reparto ha cambiado y los países emergentes, en particular China, disponen de un poder que hace solamente unos pocos años no tenían. Esta nueva situación proyecta una imagen de decadencia relativa de Occidente, que afecta al dominio económico y a la influencia social y política que ejercía en todo el mundo.
También el bienestar se ha redistribuido, en un proceso de vasos comunicantes, a otras partes del planeta. Esto ha llevado a una pérdida de calidad de vida de las sociedades occidentales y especialmente a sus clases medias y bajas, que habían ido mejorando sus condiciones de vida de forma permanente desde la segunda guerra mundial.
La manifestación más próxima y evidente del cambio, ha sido la crisis del 2007 que hoy continúa enquistada en la sociedad occidental con una situación de paro y recortes, especialmente intensos en las sociedades del sur de Europa que al no poder competir en valor añadido, lo hacen bajando los salarios.
La solución, como siempre, está en la educación. Una educación como la finesa que se enfoca a que cada persona debe pensar en generar su propio espacio de trabajo y donde la creatividad y el emprendimiento han de ser los ejes de esta revolución.

Todo el sistema educativo y en particular las universidades han de cambiar de forma radical y no solamente los contenidos de los planes de estudio. El cambio que se avecina ha de ser radical y cultural y cuanto más tardemos en darnos cuenta de ello, peor para todos.

domingo, 15 de marzo de 2015

La cultura de una sociedad emprendedora

En algunas ocasiones, se puede oír a los políticos decir que el nuestro es un país innovador y emprendedor porque en algún momento de la historia lo fue. Sin embargo, en la actualidad los indicadores dicen que estamos lejos de serlo.
El caso de Finlandia es paradigmático. Emerge con fuerza en los años 90 de una situación de carencias, se convierte en una economía ejemplar de la mano de una empresa como Nokia y es el espejo del éxito donde mirarse. Sin embargo, producto de ese monocultivo y del estancamiento de sus variables macroeconómicas durante los últimos siete años, Finlandia ha dejado de ser la referencia económica obligada.
Esto ha sido siempre así. En la Prehistoria del Oriente Próximo, el Creciente Fértil permitió hace unos 10.000 años que los cazadores-recolectores se convirtiesen en los primeros agricultores-ganaderos que dieron lugar a unas sociedades innovadoras que desarrollaron entre otras muchas cosas la rueda y la escritura. Salían con una gran ventaja, sin embargo hoy, es una de las zonas del mundo con más atraso y analfabetismo, a la que contemplamos, atónitos, como autodestruye su propio patrimonio.
A veces los resultados son producto de la suerte o de unas decisiones acertadas o equivocadas, otras del abrazo de religiones “salvadoras”, como la que ha producido la sacudida del magma musulmán que apunto Ortega hace más de ochenta años. Sin embargo, además de la suerte o de otros avatares, en nuestros días, la batalla de la innovación y del emprendimiento es condición necesaria y se tiene que dar cada día y en todos los niveles de la sociedad, desde el ciudadano de a pie, hasta las más altas instituciones del país, porque sin esta cultura el mantenimiento del estado del bienestar peligra, como hemos podido comprobar y padecer, a consecuencia de los efectos de la crisis.

No es un planteamiento político ni de derechas ni de izquierdas. La respuesta en un mundo sin fronteras comerciales es la competitividad y esta solamente se puede lograr desde la cultura de una sociedad emprendedora.