jueves, 28 de febrero de 2019

Nueva edición del MOOC de emprendimiento


Hace un par de años las universidades públicas catalanas, coordinadas por la UAB, desarrollaron un MOOC de emprendimiento que tuvo un éxito mayor del esperado. La idea era impartir este MOOC cada año y si algún profesor de alguna de las universidades implicadas quería impartirlo como SPOC (Small Private Online Course) pudiese hacerlo con entera libertad. Sin embargo, y desafortunadamente, la plataforma donde se impartió el curso (UCATx) cerró y el MOOC no se pudo impartir en ninguna otra ocasión.
En los últimos meses la FCRI ha creado una nueva plataforma http://mooc.fundaciorecerca.cat/ sobre Open edX que permite impartir cursos MOOC y SPOC. El primer MOOC que se impartirá en esta plataforma comenzará el próximo día 25 de marzo y será el curso de emprendimiento que quedó huérfano de plataforma para ser impartido en su día. La nueva edición ha sido dividida en dos partes independientes, en esta ocasión se impartirá la primera de ellas relacionada con el desarrollo de clientes y el lean startup. Más adelante está previsto impartir la segunda parte, ligada a los conceptos clásicos del Plan de Empresa y la financiación.
El curso ha podido ser restaurado desde una versión anterior a la definitiva (perdida con UCATx) e impulsada su ejecución, gracias al soporte de la FCRI, Catalunya Emprèn y la ACUP y esperamos que así como fue un éxito la primera vez, también lo sea la nueva edición del MOOC de emprendimiento.

viernes, 15 de febrero de 2019

La Sociedad del Conocimiento de Cataluña


La semana pasada se presentó un libro titulado en catalán “Construint la Catalunya del Coneixement (1985-2015)” (Construyendo la Cataluña del Conocimiento (1985-2015)). Los ponentes eran los exconsellers de la Generalitat que fueron responsables de las universidades y de la investigación durante ese periodo.
Todos los intervinientes alabaron la voluntad de los diferentes gobiernos (a pesar de ser de distintos colores políticos) por mantener la continuidad de las políticas universitarias y de investigación que han llevado a Cataluña a tener unas más que aceptables universidades y un sistema de investigación muy eficaz, si tenemos en cuenta los pocos recursos con los que se contaba para llevar a cabo la tarea.
Sin embargo, en las intervenciones de los exconsellers empezaron a aparecer las sombras que se ciernen como amenazas sobre el sistema de I+D catalán, entre ellas: la falta recurrente de recursos, la burocracia que obliga a los investigadores a dedicar a ella una buena parte de su tiempo y el envejecimiento de las plantillas, sin unas perspectivas de relevo a corto plazo. También se dijo que, en realidad, lo que hace falta es un sistema de innovación que alimente un sector de I+D que empieza a no poder sostenerse exclusivamente con el dinero público.
Lamento tener que afirmarme en lo que vengo diciendo desde hace años: un sistema de I+D es condición necesaria, pero no suficiente, para mantener de forma sostenible una Sociedad del Conocimiento. Sería necesario disponer de un sistema de innovación potente para mantener vivo ese sistema de I+D y la Sociedad del Conocimiento asociada. Sin embargo, un sistema de innovación no se puede crear y mantener desde el sector público, aunque se pueda favorecer. La realidad es que Cataluña como el resto de las regiones españolas (excepto Euskadi) está en el tercer nivel (Moderate Innovators) de los cuatro en que clasifica el Regional Innovation Scoreboard de la Unión Europea a las regiones.  El diagnóstico está claro y la evolución, si no se pone remedio, también: un declive que se irá acusando en los próximos años.
La ventana de oportunidad que se produjo durante las décadas anteriores a la crisis se aprovechó para crear un sistema que tenía mucho glamour, pero poco realismo. Afortunadamente, todavía hay una parte de la sociedad que a pesar de la Administración (excepto elementos puntuales como Catalunya Emprèn) está liderando el cambio de Barcelona hacia un polo de atracción de talento emprendedor.
Esta es la única esperanza que puede ayudar a disipar las nubes amenazadoras que se ciernen sobre ese sistema de I+D del que nos sentimos tan ufanos y que es la base de la Sociedad del Conocimiento de Cataluña.




jueves, 31 de enero de 2019

La sociedad del desconocimiento


En las últimas semanas han aparecido en la prensa noticias como que Vodafone  anuncia un ERE para el 25% de la platilla, el Santander plantea un ERE para 1.000 trabajadores, CaixaBank planea cerrar más de 800 oficinas y despedir a 2.000 trabajadores. En fin, según El Economista  la gran empresa plantea empezar el año recortando 13.500 empleos.
En el mercado de trabajo hay muchos más solicitantes de empleo que demandas por parte de las empresas. Como en cualquier mercado, si la oferta es mayor que la demanda, los precios (los salarios) bajan.
Parece que es indiferente que la formación de la juventud sea la mejor que ha tenido este país en su historia. Los empresarios pueden escoger para tareas que necesitan poca formación personas con una notable sobrecualificación lo que implica que el subempleo aumenta. Esto ha llevado a España a ser el país con más subempleo de toda la Unión Europea.
Todavía más grave, muchos titulados universitarios no encuentran trabajo o este es precario y más de un millón de titulados universitarios se encuentran en el umbral de la pobreza. De esta manera queda sin sentido aquella frase usada durante décadas de: “estudia hijo para ser una persona de provecho el día de mañana”. Hemos engañado a nuestros hijos y a nuestros estudiantes.
No, no es un problema de falta de personas formadas sin un presente, y probablemente sin un futuro. La solución no es la sociedad del conocimiento, ya que esta no implica que el conocimiento se convierta en oportunidades.
Además de la falta de una solución social, inexistente entre las preocupaciones de ese foro del globalismo que es Davos (la tertulia más cara del mundo según el Financial Times), es necesario dar una respuesta más local intentando cambiar la actitud pasiva de las personas que esperan siempre que sea el Estado quien resuelva sus problemas. Un Estado que para proteger es necesario que alguien le proporcione los medios para hacerlo.
Los recursos de esa sociedad protectora proceden de una parte de esa misma sociedad que es creativa y emprendedora para lanzar iniciativas que generen riqueza y empleo. Lo que necesitamos es una sociedad emprendedora donde el Estado trate de eliminar barreras culturales, burocráticas, fiscales, etc., para que se lancen proyectos emprendedores. El emprendimiento es una actividad de riesgo cuyo mayor riesgo para una sociedad es que sus ciudadanos no la practiquen. Si la sociedad no sabe o no quiere saber que para mantener el bienestar es necesario que sea emprendedora, lo que tendremos es la sociedad del desconocimiento.

martes, 15 de enero de 2019

En otro tiempo de la historia


El poder siempre se ha transmitido como herencia. Llegar al poder sin heredarlo ha sido históricamente muy difícil y durante muchos siglos, en Europa, las personas siempre han estado enclaustradas en la clase en la que habían nacido, aunque, naturalmente, siempre ha habido excepciones.
En la Edad Media para llegar a ser alguien relevante sin heredarlo, una vía era tener unos conocimientos como los que hoy día tiene cualquiera de nuestros escolares, es decir, leer, escribir y las cuatro reglas de la aritmética. El camino podía ser la Iglesia
En la Edad Moderna, a partir del Renacimiento, encontrar personas con cultura era más fácil y para llegar a tener poder sin heredarlo, la carrera militar podía ser una buena palanca. El camino era el ejército.
En la Edad Contemporánea, en el siglo XIX, tras la Revolución Francesa, para alcanzar el poder sin heredarlo, el camino era la política
En el siglo XX, el poder lo pudieron conseguir personas con mucha decisión y suerte creando grandes corporaciones ligadas al transporte, la energía o la banca. Son los grandes empresarios que partían de un patrimonio heredado, pero de alguna forma tenían el virus del emprendimiento. El camino era la gran industria y las finanzas
Es a finales del siglo XX y el XXI en el que estamos, los que llegan al máximo poder económico son los emprendedores como Bezzos, Gates, Ortega, Zuckerberg, Jobs, que no han necesitado heredar dinero, sino talento y voluntad. En nuestro tiempo son los emprendedores los que triunfan y crean puestos de trabajo, mientras el tejido productivo clásico basado en la sociedad del conocimiento, languidece.
 Aunque muchos no han llegado a conseguir al grado de éxito de los más reconocidos, también han logrado tomar un ascensor social como no había existido antes en la historia y están creando un tejido productivo de alto valor añadido donde el talento y no el árbol genealógico es la mejor carta de presentación. El camino es impulsar esa sociedad del emprendimiento, pero nuestros dirigentes políticos todavía están en otro tiempo de la historia.

lunes, 31 de diciembre de 2018

La universidad puede ser clave para la innovación en el país


La Unión Europea clasifica la innovación de los países y regiones europeas en cuatro niveles: Leaders, Strong, Moderate y Modest. En la última clasificación de 2017 España está en el tercer nivel y como región solamente Euskadi se escapa de esta mediocre posición.
Dada la importancia que para el futuro de una sociedad tiene el que ésta sea innovadora, no se entiende que desde hace tanto tiempo, no solamente no hayamos mejorado nuestra posición en esta clasificación, sino que según algunos rankings, ésta haya empeorado.
Los políticos, para eludir hablar de este escenario, siempre tienen en la manga declaraciones, planes estratégicos, pactos nacionales, con comisiones formadas por políticos, funcionarios, académicos, sindicalistas y algún que otro directivo de patronales.
El objetivo que proponen alcanzar es la siempre soñada sociedad del conocimiento, un concepto del que hablan desde hace años (décadas diría yo) y en el que su métrica estrella es la inversión en I+D, cuyos pobres valores han empeorado en los años de la crisis (en otros países de nuestro entorno han mejorado) y que ahora prometen convencernos en un “déjà vu” que se van a conseguir resultados que doblarán los que tenemos actualmente.
Esta quimera se basa en que las empresas aumentarán sustancialmente su inversión en I+D respecto a su inversión actual. Un tejido empresarial que no ha sido innovador nunca y que tampoco lo será ahora, por mucho que lo prometan los políticos. Si lo que necesitamos es que innoven las empresas y las que hay no lo hacen ni lo han hecho en el pasado, eso quiere decir que necesitamos otro nuevo tejido empresarial mientras este dormita y languidece.
Afortunadamente, aparecen algunos brotes verdes en la sociedad. En Barcelona y Madrid están surgiendo con fuerza iniciativas emprendedoras lideradas por jóvenes con energía para lanzar sus propios proyectos. Estos brotes son el futuro de las cosechas del mañana y para conseguirlo necesitamos superar el concepto de la sociedad del conocimiento e ir hacia una sociedad del emprendimiento. En ese cambio cultural es necesario que se implique no solamente la Administración (eliminando barreras), sino toda la sociedad.
Voy a centrarme en uno de los resortes para esta sociedad del emprendimiento como son las universidades (un mundo que conozco bien como profesor de una de ellas durante más de 40 años). Desde hace unas décadas se ha fomentado lo que podríamos llamar la primera ola de la implicación de la universidad en el tejido empresarial. Esta primera ola se enfoca en la transferencia de conocimiento de quien lo genera (los investigadores) a quien lo necesita (las empresas). Esta estrategia se debe seguir fomentando a pesar de que sus resultados han sido débiles porque esas empresas, que constituyen el tejido empresarial no requieren, en general, el conocimiento que se desarrolla en las universidades.
El foco se tiene que poner en lo que sería una segunda ola de implicación de las universidades en la innovación. Esta consistiría en la sensibilizar a los estudiantes universitarios en que la opción de crear sus propias empresas es una interesante alternativa a trabajar para terceros. En esta línea está casi todo por hacer y muy pocos hablan de que esta segunda ola en la universidad puede ser clave para la innovación en el país.